Mucho hemos hablado en esta columna sobre China. Recientemente señalábamos cómo la geopolítica está dibujando un nuevo orden económico internacional, pero no por consenso sino porque Donald Trump así lo ha propiciado.
La postura del presidente estadounidense respecto al libre comercio, sobre el calentamiento global cuya cumbre se realiza ahora en Bonn, Alemania, en el marco de la COP23, las sanciones impuestas a China, Rusia, Corea del Norte y Venezuela, las discrepancias con la Unión Europea, con Canadá y México en los temas, parece estar dirigida a echarse a todo el planeta en su contra, sin olvidar el rechazo a sus políticas en su propio país.
China, con quien Estados Unidos mantiene relaciones diplomáticas desde 1982, es una potencia económica y el segundo exportador del planeta, una potencia militar y su principal acreedor. Sus inversiones se disputan alrededor del planeta, pues aun con los problemas económicos, sus reservas en divisas siguen siendo las más grandes del mundo, calculadas en más de 3 billones de dólares.
Después de las tensiones entre ambos países, las cuales despertaron las sanciones contra empresas y bancos chinos por el Departamento del Tesoro y los ensayos nucleares de Corea del Norte, ahora Trump llegó a Beijing para limar asperezas con su homólogo chino, XI Jinping, quien le ha dado una gran recepción, pese a que las conversaciones previstas para el jueves resulten difíciles para ambos mandatarios.
No sólo ha sido una recepción calurosa la que recibió Trump en el aeropuerto de Beijing, con niños ondeando banderas y el propio Jinping y su esposa recibiéndolo al bajar de las escalerillas del avión presidencial, sino la ceremonia en el salón de los tesoros de la ciudad prohibida, donde los mandatarios tomaron el té y conversaron de nuevo.
Como parte de su gira asiática, llegada a Seúl, Donald Trump ha querido dejar claro que visita a un amigo. Después que Jinping lo visitara hace siete meses en Florida, ahora el líder de la República Popular China -recientemente consagrado por el XIX Congreso del Partido Comunista de China (PCCH)- se convirtió en el guía en la antigua residencia de la corte imperial, horas antes de invitar a Trump y su comitiva a la ópera y a una cena privada. Más agasajos no podría esperar ni imaginar el magnate, cuyo ego ha sido completamente halagado por el poderoso presidente chino.
Es evidente que el presidente chino quiere tener en Trump a un aliado y buscar una solución provechosa para su país en los temas de Corea del Norte y el comercio, lo cual se verá el jueves con las conversaciones formales.
Donald Trump hizo ya un llamado en Seúl a todas las naciones responsables, según sus palabras, a unir esfuerzos para aislar a Kim Jong-un, buscando con ello el apoyo de Beijing para poner fin a la crisis con Corea del Norte, dejando a un lado los temas comerciales, caracterizados por un déficit comercial de Estados Unidos con China demás de 347 mil millones de dólares anuales, que abarcan la mitad del déficit comercial estadounidense.
Trump se ha hecho acompañar por casi cuarenta líderes empresariales estadounidense que bien podrían robar las inversiones deseadas por Europa. Si bien el presidente de EU ha convertido la reducción del déficit comercial de su economía en uno de los temas centrales de su trabajo desde que llegó a Washington, bien podría sorprender al mundo este jueves con la firma de acuerdos comerciales y pactando nuevas inversiones chinas para impulsar el crecimiento y el empleo, pero sobre todo para reducir ese déficit comercial, lo cual implicaría que China hiciera concesiones y diera signos de avances en su proyecto de apertura de sus mercados.
Por: José Luis Ortiz Santillán
Economista, amante de la música, la poesía y los animales. Realizó estudios de economía en la Universidad Católica de Lovaina, la Universidad Libre de Bruselas y la Universidad de Oriente de Santiago de Cuba. Se ha especializado en temas de planificación, economía internacional e integración. Desde sus estudios de licenciatura ha estado ligado a la docencia como alumno ayudante, catedrático e investigador. Participó en la revolución popular sandinista en Nicaragua, donde trabajó en el ministerio de comunicaciones y de planificación. A su regreso a México en 1995, fue asesor del Secretario de Finanzas del gobernador de Hidalgo, Jesús Murillo Karam, y en 1998, fundador del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.