En el trasiego político que perfila la Asamblea Nacional del PAN para que sus fuerzas políticas renueven la dirigencia, que hasta ahora encabeza Marko Cortés, la sombra de la hidalguense Xóchitl Gálvez -que no es “militante de Acción Nacional”- se cierne en las tutelas políticas, al igual que la del expresidente Felipe Calderón, el cual, por cierto, señala que Marko Cortés es el peor presidente de Acción Nacional en su historia, sólo le faltó decir que si Gómez Morín viviera se volvería a morir.
Si efectivamente Xóchitl Gálvez -quien perdió la elección presidencial en Tepatepec, su pueblo natal- no es un miembro activo de Acción Nacional, ¿porque su poder se presenta tras bambalinas a sabiendas de las fuerzas políticas blanquiazules y con la complacencia de panistas como Vicente Fox de cara a la Asamblea Nacional?
Las vicisitudes que ha tenido que enfrentar el PAN a nivel nacional, y en Hidalgo, donde el decrecimiento de fuerza política y partidista no puede ser percibida como un mero tránsito en la historia de un partido político en México, merece ser analizado a la luz de las palabras de Claudia Luna, lideresa blanquiazul en Hidalgo: “el PAN se ha preocupado más por la democracia interna que por la externa”; postura lapidaria que no concuerda con los manejos políticos en el escenario de la Asamblea Nacional donde no impera, de modo abierto, un proceso democrático, sino la verticalidad, poder de la cúpula y casta política que se está disputando el dominio del partido.
Xóchitl Gálvez aparece dentro de la casta de poder del PAN y, pese al rotundo fracaso que encarnó en las elecciones del 2 de junio, aunado a que señaló que “se iba a retirar de la política para ejercer como ingeniera”, esto no es la huella que imprime a su sello de actuación en estos momentos, donde, nuevamente, se encuentra inmiscuida en el proceso de renovación del partido blanquiazul.
En el escenario internacional, mientras la derecha en latitudes de Europa y América Latina cobra notoriedad por su combatividad política, en México languidece y demuestra sus estelas antidemocráticas a nivel de su partidocracia que, confusa y difusa, se apresta a manipular los procesos internos en Acción Nacional, al más puro estilo del PRI -quizá su alianza con el tricolor le dejó huellas indelebles en la manipulación política- con la prestancia de décadas de control político de partido que hizo de la casta tricolor el ejemplo de la verticalidad política.
Capítulo aparte merece Marko Cortés, actual líder de Acción Nacional, que se suma a la verticalidad política para secuestrar a la Asamblea Nacional y tratar de imponer un candidato a modo, cuestión no distinta a los pasos de Xóchitl Gálvez y Felipe Calderón o la voz a distancia desde Guanajuato de Vicente Fox.
¿Y la base militante en el PAN, apá?, al igual que la Cheyenne, lejana y distante.
La base militante del blanquiazul -al igual como sucede en el PRI, partido donde el pragmatismo de cúpula parece haber aleccionado con singular maestría al panismo- se encuentra sin voz ni presencia política, destinada a su suerte y con las huellas de un proceso interno antidemocrático.
En las componendas de la política, la amistad que han construido Alejandro Alito Moreno y Markito Cortés, los llevó a maquinar una idea apoteósica: “erigirse en dueños de los partidos que lideran”, por lo que el poder tras bambalina, al estilo de don Plutarco Elías Calles, es la reminiscencia que Alito y Markito están encumbrando en sus procesos internos de renovación de cuadros, donde prima la verticalidad política y la antidemocracia.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
