Me inclino ante los dramáticos sucesos de la política en México que atraviesan por un clima donde el elitismo político de la clase del antiguo régimen que aún pretende prevalecer, de manera indolente y ciega, frente a la desconfiguración de la democracia que primó por décadas.
En un desconcierto brutal, los procesos de reconstrucción de la democracia, en donde la izquierda se erige como un antídoto político al autoritarismo del antiguo régimen, los resabios y juegos de intereses se esconden tras el velo de las retóricas de “democracia y libertad”, tratando desde la derecha de ahuyentar a las voces críticas del pueblo que ha iniciado un despertar del letargo de la corrupción e impunidad, en un Estado que por décadas se encargó de desconfigurar a la democracia.
Pongámonos en perspectiva de los hechos recientes.
El silencio ensordecedor de Alejandro Alito Moreno que ya no suena en el Senado y tampoco como voz en su eterno encargo en el PRI, deja claro que no existen argumentos para construir lo que él llamó una “democracia destruida por el obradorismo”; argumento absurdo viniendo de una figura política que se ha eternizado en el partido tricolor, derribando los ideales que alguna vez surgieron desde la Revolución Mexicana en ese partido.
En este teatro y pantomima, la figura de la hidalguense que perdió la elección presidencial y que en su Tepatepec fue rechazada, Xóchitl Gálvez hoy ronda en la quimera de formar un partido político como la “salvación de la democracia y de México”, pero si algo caracteriza a Gálvez es ese espíritu antidemocrático que dejó ver en los debates presidenciales en 2024 y que hoy la tienen postrada ante la sociedad civil y proscrita del PRI y el PAN.
Las calamidades nunca vienen solas
La fractura de la alianza política del PRIAN, donde la rabia de personeros del PAN como Santiago Creel no se hizo esperar sobre el dirigente blanquiazul Marko Cortés por el naufragio político que apagó la luz del panismo nacional; hoy se pierde en la inacción de un partido que pretendió ser “acción nacional” y sólo es, ahora, marasmo nacional.
México vivió la desconfiguración de la democracia, de eso no existe duda. El autoritarismo político de Estado pervivió desde una clase política indolente y ajena a la ciudadanía, la cual se degradó en la pobreza y las asimetrías sociales, controlada, sumida en la ignorancia y despolitizada por décadas.
La reconstrucción de la democracia costará años de autocrítica de la sociedad política y organización ciudadana desde la sociedad civil.
Los trazos de reconstrucción de la democracia con AMLO, se toparon con un discurso de denuncia desde la mañanera; pero, también, con los resabios del antiguo régimen que han impedido que el Estado pueda solucionar una realidad compleja que, en las estelas de la inseguridad, lleva el mayor peso y su mayor preocupación.
Empero, es necesario admitir que los sectores sociales que menos tienen han encontrado un apoyo desde el poder público que no tenían. Hidalgo vive en este trazo, el despertar hacia la organización ciudadana y las Rutas de la Transformación del gobernador Julio Menchaca, que enfatiza en su trabajo que reconstruir la democracia inicia con la reconstrucción y solución a las necesidades del pueblo, figura desconocida por décadas para la clase política del antiguo régimen.
Claudia Sheinbaum ha develado ese México de desconfiguración de la democracia y está consciente que reconstruir la democracia es una tarea dolorosa y cuyo costo social no será resarcido de la noche a la mañana. La presidenta Sheinbaum Pardo camina con firmeza y sus pasos son los pasos del pueblo.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
