Nada tan oscuro como hablar de la aparición del covid-19 y la pandemia como su efecto inmediato a nivel global.
La aplicación de la vacuna en los estratos favorecidos de la sociedad occidental no ha provocado un descenso significativo en la tasa de fallecimientos, por lo que la enfermedad se encuentra en el misticismo o bien, en el oscurantismo absoluto, proyectando la cronología de la pandemia a términos indefinidos a casi dos años de su inicio.
La reflexión crítica estriba en que siguen muriendo personas que se han vacunado y también personas que han estado en contra de vacunarse; por tanto, como prueba empírica no existe inmunidad total contra el virus.
El escenario científico debe admitir que la fenomenología del covid-19 no ha sido comprendida en su dimensión absoluta, por lo que las medidas de aislamiento social tampoco son la contención significativa para detener la enfermedad, situación que nos devuelve al punto de partida de la pandemia, donde las medidas fueron reactivas y el comportamiento social tomó la misma línea.
No existen proyecciones, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), sobre el final de la pandemia, por lo que seguiremos siendo testigos de contagios y muertes.
Sin inmunidad contra el virus, las reacciones en cadena sobre la conducta social han demandado la modificación de las tareas sociales, pero aún no existen, al menos en México, alternativas significativas en las lógicas laborales, educativas, culturales y sociales.
Este extravío se debe a que somos un tejido social individualista en nuestros apetitos y colectivista en nuestras conductas sociales, por lo que el colapso de una articulación social de este tipo ya lo tenemos a la vista.
Hemos perdido el camino de una sociedad inteligente, somos ciegos en un mundo ampliamente visual; sordos en un mundo que se silencia desde el uso de audífonos, hasta la atomización en los trayectos del transporte; mudos en la sociedad que camina en las calles sin mirar a su rededor, mientras que el mundo siempre fue visual, por ello desarrollamos la vista como función genética.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.