Desde que me gradué como politólogo han sido incontables las emociones y satisfacciones que mi práctica profesional me han brindado en el ámbito público, privado, académico y social, pero sin duda, ser profesor ha significado trascender a la cosmovisión cotidiana para tratar de ser un hombre universal.
Nada tan grato y sentido como integrar el claustro docente de profesores de Ciencia Política de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), cuya labor es visible más allá de los muros áulicos y que hoy refrenda un compromiso solidario con la sociedad hidalguense y la nación.
En este trazo de desarrollo cognitivo, fui a una estancia académica en la Universidad de Hradec Kralove, en la República Checa, donde con humildad compartí un curso sobre Democracia y populismo en América Latina en el esquema de visibilidad y cooperación académica de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, cuya presencia a nivel internacional es un parteaguas para el desarrollo científico en el país.
Esta estancia fue posible gracias a la visión emprendedora del rector Adolfo Pontigo Loyola y del presidente del Patronato Universitario, Gerardo Sosa Castelán, quienes, de manera incansable, inquebrantable, inquieta y con el alma de nuestra Casa de Estudios, hacen posible que en el esfuerzo y trabajo de los que integramos la comunidad universitaria, con humildad y sencillez hagamos del conocimiento un espacio de solidaridad humana.
En mi estancia en Hradec Kralove muchas emociones invadieron mi práctica docente; escuchar y reflexionar en Europa con estudiantes cuyo interés por México y América Latina se prodiga para expresar, sentidamente, que los seres humanos nos podemos hermanar y unir para crear un mundo mejor, ha sido una lección de vida que hoy comparto con el ánimo de entender y apreciar el impacto que tiene la Universidad Autónoma de Hidalgo en la transformación humana e intelectual, para levantar la voz de los que menos tienen, aquellos que requieren una universidad en las calles, en los barrios, en los ojos de los pueblos indígenas y campesinos, para dignificar lo mismo al obrero que al ama de casa, siempre con el esfuerzo del trabajo cierto de sus estudiantes.
Hoy vuelvo a caminar en mi querida ciudad de Pachuca, vuelvo a repensar la realidad y miro a la Autónoma de Hidalgo grande, majestuosa e imponente, con el corazón limpio y abierto para crear el capital intelectual que lo mismo comparte con Hradec Kralove que con el mundo, el espíritu de México.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.