La frase que da título a esta entrega es de un ciudadano de Israel nacido el 24 de diciembre de hace casi dos mil años; humilde, hijo de un carpintero llamado José y de una joven judía de nombre María; muerto un viernes en Jerusalén, dio cumplimiento a la frase que hoy invocamos, porque de acuerdo a nuestras creencias, murió por todos y cada uno de nosotros, y de tal importancia para la historia del mundo que nuestros días como planeta se cuentan antes y después de su nacimiento.
Sin embargo, el hecho no fue muy comentado ni se le dio la importancia que merece por los valores que implica: generosidad y amor al hermano, porque los ojos de todos estaban puestos en las sesiones del Congreso, donde una diputada pidió que los católicos no fueran invitados al debate sobre el aborto (ya ve usted que los católicos somos apenas unos cuantos en Hidalgo) y otra se enojó porque quieren poner unas letras de oro y esto es muy caro, sin entender que eso del oro es por el color, no por el material. Y así, en este ambiente de disfraces y simulaciones, lo que realmente vale la pena no se toma en cuenta.
Pero viendo bien las cosas, este niño es un héroe, un ejemplo de valor civil y de generosidad; un ejemplo para todos, orgullo de su municipio, de su escuela y maestros, y sobre todo para sus padres.No sé quién sea este niño, pero merece nuestro reconocimiento y nuestras oraciones. Sólo conozco sus iniciales: A.E.P.P.
«No hay amor más grande que el de aquel que da la vida por su hermano», hoy lo ha cumplido un niño de Mineral de la Reforma.
Felices pascuas.
Por: Adalberto Peralta Sánchez
Nací el 11 de mayo de 1946 en un pueblito que tiene una laguna con patos y un parque con bancas con el nombre grabado del donante. Una de esas bancas tiene el nombre de mi padre. Estudié Filosofía y ejerzo el periodismo desde hace varios años. Colaborar con mi hijo en EFFETÁ me llena de orgullo. Trataré de hacerlo bien.