Cuando se pregunta sobre la vitalidad de la clase política en México, los interrogantes la ponen en un escenario de un cuerpo sin vida, que no es uniforme pero que tiene lógicas comunes.
Una de las máximas políticas más importantes de un partido y un líder es que son conductores sociales, crean escenarios donde las oportunidades sociales se transcriben en acciones de gobierno para armonizar, muchas veces, las expectativas de vida de la ciudadanía.
Estas características hoy están ausentes, no es perceptible ninguna fórmula política o líder que presente esta condición de conductor, intérprete e interlocutor de las aspiraciones de la sociedad; existe un déficit de conducción política que explica el alejamiento de la ciudadanía hacia los partidos políticos y los líderes, condición absurda que sólo genera desconcierto y malestar social.
Lo cruento del déficit de representatividad que vivimos es que ha generado una crisis de credibilidad institucional que amenaza con vulnerar la deteriorada unidad del tejido social, condición importante porque un pueblo que no presenta mínimos elementos de unidad nacional se encuentra al borde del conflicto, la desesperanza y la desolación.
¿Qué hacer frente al proceso electoral de 2018 con el déficit de representación que aqueja a nuestro país? La acción es contundente: el ciudadano debe aprender a crear formas de asociativismo alternas a la partidocracia y a los líderes tradicionales, generar una propuesta de acción de gobierno desde la sociedad civil para crear un país de ciudadanos, donde el peso y valor de la ciudadanía sea capaz de incidir en la toma de decisiones del gobierno, estructura que no existe en este momento y que apenas si se refleja en organismos de la sociedad civil.
Es un imperativo ciudadanizar el poder público, de no hacerlo esta crisis de representatividad convertirá en juez y parte a partidos y líderes políticos, marginando al ciudadano del papel protagónico que debe tener en la estructura de gobierno.

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.