El gobernador Julio Menchaca recurrirá a la figura política de la revocación de mandato para cumplir con los cánones de legitimidad pública e institucionalización de probidad del Estado.
En un amplio proceso de reestructuración democrática en poco más de dos años de gestión político-administrativa, el gobierno de alternancia de Julio Menchaca ha cumplido las expectativas reivindicatorias que se esperaban de un mandato de proximidad ciudadana y solidaridad pública en Hidalgo, donde las asimetrías sociales han infringido una deuda histórica a su sociedad.
Pobreza, marginación y desigualdad social son las constantes de una historia descarnada para el pueblo de Hidalgo, que lo mismo engrosa la migración hacia Estados Unidos que lucha por la justa redistribución del agua y las oportunidades sociales. El trabajo digno y esfuerzo solidario de las y los hidalguenses fue ignorado por las fuerzas del antiguo régimen que crearon múltiples formas de control social desde el cacicazgo y la opresión política, generando una cadena de prebendas que aseguraban la subordinación de la ciudadanía al gobierno que violó la soberanía del pueblo.
Una de las piezas de expansión del control social del antiguo régimen lo constituyó el PRI Hidalgo que, unido al recaudo de las élites económicas de la rancia oligarquía, fungió como maquinaria política que se aseguró de crear redes de clientelismo que mantenían a los humildes sometidos por dádivas y migajas que no redistribuían riqueza, sino que crearon un neoesclavismo político.
El neoesclavismo político del PRIAN constituyó una de las mayores afrentas políticas que haya experimentado el tejido social en México. Garantizaba una cadena de custodia del voto que eternizaba a la casta política del antiguo régimen y ponía a buen recaudo los intereses de las grandes élites económicas nacionales e internacionales en suelo patrio, que maniataron y negaron la historia de los pueblos originarios y la pobreza, construyendo un ejército industrial de reserva a su servicio.
Si algo nos ha probado la historización de la clase política del antiguo régimen, fue su capacidad para corromper y comprar “lealtades”, condición que apretó al pueblo desde el estómago y, lamentablemente, en muchos casos, fue capaz de subvertir la conciencia de millones por más de nueve décadas en Hidalgo y la nación.
De ese añejo y cruento letargo de opresión y control político, el gobierno de Julio Menchaca, con humildad y trabajo, ha tenido que remar a contracorriente, entre la infiltración y el obstruccionismo político, no sólo para resarcir la deuda histórica con las y los hidalguenses que viven en la pobreza extrema, para aquellos que el día a día es una odisea del hambre, sino para crear un horizonte donde la dignidad humana no se compre ni por las prebendas ni por el estómago y no se tenga que vender el voto para subsistir.
No se puede ni debe ser acrítico. Es verdad que falta mucho por hacer y construir en este gobierno de alternancia. También es cierto que la ética pública, la moralización política y la transparencia gubernamental deben ser reforzadas. Empero, no es menos cierto, que el gobernador camina en las Rutas de la Transformación con la conciencia limpia, puede mirar de frente al rostro de las mujeres y los hombres de Hidalgo, porque su gestión edifica solidaridad y dignidad social no desde el escritorio, sino desde la probidad para servir al pueblo.
Son más los aciertos que las zonas oscuras en el gobierno de alternancia del morenista Julio Menchaca. El esfuerzo de su gabinete concita un staff sobrio y responsable que no es de escritorio, sino de trabajo de proximidad. Paulatinamente la ciudadanía se acostumbra al respaldo de esta administración, que lo mismo atrae inversión privada que hace de los programas sociales el porvenir cierto de su pueblo.
Julio Menchaca está desterrando el neoesclavismo político que fue el rostro de la inequidad que vulneró al pueblo de Hidalgo. Por ello, sin duda, tiene la conciencia limpia.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.