Chile vive momentos difíciles de redefinición política ante el triunfo de Gabriel Boric Font, quien tuvo que modificar su programa de gobierno ante las presiones de la derecha chilena encabezada por José Antonio Kast Rist, que se mantuvo como presidente del partido republicano, cargo que ha cedido a Rojo Edwards; ambos políticos son admiradores de la dictadura de Pinochet, tienen inclinaciones fascistas y conservadoras aliadas a las élites económicas del capital financiero nacional e internacional.
En Chile persiste la sombra de la bota militar, por lo que el gobierno de izquierda de Boric Font entra, como otros tantos, con la fragilidad de la conciliación y la tirantez de acuerdo político con la derecha; sin ir más lejos, el actual presidente Sebastián Piñera, en una de sus últimas medidas, avaló la explotación del litio para dos capitales, lo cual ha sido frenado a través de los tribunales a iniciativa del gobierno electo de Boric Font, pero, una vez más, el oscuro manejo del Estado chileno aliado históricamente al capital foráneo e interno ha desvelado su instrumentalismo de clase.
Así las cosas, son dos los vectores que parecen redefinir el poder político en Chile desde la presidencia que asumirá Boric Font; en primer término, la fragilidad política que prohíja a la izquierda desde su proscripción después del golpe de Estado a Salvador Allende Gossens en 1973 y, en su retorno a la democracia en el año 1990, periodos que incidieron en una creciente represión y despolitización de las bases proletarias del país andino, más el advenimiento de generaciones que se edificaron en los nuevos ideales del capitalismo chileno.
En este agudo trazo de redefinición política, la derecha cobró fuerza y pese al revés obtenido en las elecciones de diciembre de 2021, sigue siendo un adversario temible, arraigada en las entrañas de la oligarquía chilena, aliada del capital extranjero y abigarrada en los cuadros del ejército de los mandos medios y altos mandos; aunado al poder de maniobra de la riqueza que poseen sus élites y a la nueva retórica de defensa a la democracia que encubre en el adjetivo “comunista”, el fantasma de sus apetitos para derrotar o maniatar a la izquierda.
Si bien es cierto que la época del golpismo parece lejana y que las condiciones geopolíticas auguran tiempos distintos, ejemplos del intervencionismo norteamericano en Siria y los avances rusos en Ucrania desvelan que todo es posible y la disputa del poder económico y la preservación de la burguesía chilena ponen cartas abiertas a cualquier posibilidad que, en el ejemplo empírico del golpe de Estado que depuso a Salvador Allende Gossens, nos recuerda que el pueblo desarmado es menos que el ejército con sus bayonetas.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.