Ya dominado por el fantasma de la guerra, no es de extrañar que el tercer Festival de Cine Ruso en línea haya incluido varias comedias, pues es una manera de escapar a su sangrienta realidad.
La más divertida resultó Arresto domiciliario, de Nikita Vladimirov, en la que los ancianos padres del político corrupto Mischa (Igor Khripunov) deciden secuestrarlo, para evitar que se reelija “y continúe robando”.
El director de Babki trata con humor negro la corrupción imperante bajo el régimen de Vladimir Putin.
Quiero casarme, de Sonia Kapurnina, narra la historia de la bella presentadora televisiva Lyuba (Eugenia Akhenerenko), quien está por casarse con el celoso dueño del canal donde trabaja, cuando se encuentra accidentalmente con Serguéi Navashin (Milos Bikovic), quien tiene problemas con su esposa Inga (Marina Aleksandrova), por no querer tener hijos. Resulta ser que ambos se conocían desde niños, lo que acrecienta los celos de sus parejas, que rompen con ellos.
Despechados, Lyuba y Serguéi anuncian que van a casarse, provocado nuevos divertidos enredos.
La más original de todas fue Leche, de Karen Oganesyan, en la que la sufrida ama de casa Zoya (Yuliya Peresild) descubre que la leche materna que comienza a producir tiene propiedades curativas, gracias a la cual sana a su aprensivo esposo, a profesionistas exhibicionistas y hasta a adolescentes epilépticos con afanes suicidas.
Tres divertidas muestras de una cinematografía cada vez más alejada de nuestras pantallas.
Por: Jorge Carrasco V.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.