Faltan cinco meses para la elección más importante de Hidalgo. No se trata solo de elegir a quien asuma el mayor poder del Estado, sino de elegir nuestro futuro a corto plazo.
La alternancia no es la prioridad, el combate a la corrupción no basta, la transparencia o la eliminación de los privilegios son una obligación, pero lo más importante será saber qué ganará la población en beneficio de sus familias y de su propia vida.
Lo más destacado de la narrativa política de los últimos cuatro años es que se ha adoptado el principio “primero los pobres” como una prioridad. Sin embargo, no basta la narrativa, como ciudadanos tenemos que analizar y exigir políticas públicas que sí combatan la pobreza y la marginación.
Aunque las elecciones estatales suelen ser atractivas para los ciudadanos, no siempre sabemos hasta dónde un gobernador o una gobernadora puede influir en nuestra vida y ese debe ser quizá el primer objetivo: informar a la población sobre qué se hará en el día a día desde el gobierno del estado y a quiénes se beneficiará realmente.
Atrás debe quedar la demagogia; políticas concretas para grupos de población concretos y objetivos medibles deben ser la prioridad.
Hoy la polarización que existe en la población no se debe a que unos son verdes y otros rojos; a que unos roban más y otros menos o nada; a que unos son honestos y otros mentirosos. La polarización tiene su origen en la exclusión y marginación de la mayoría que busca una esperanza en políticos de confianza.
Los políticos, más que cualquiera, se deben poner en los zapatos de la gente, de esos más de 55 millones de mexicanas y mexicanos que viven en la pobreza y que están hartos de la desigualdad y de decisiones políticas y económicas lejanas a su realidad.
Hoy la lucha debe ser contra la desigualdad, la precariedad del trabajo, la carencia de acceso a los servicios de salud y la falta de oportunidad para seguir estudiando.
Nadie debería llegar a ser gobernador o gobernadora sabiendo que hay miles de personas que no tienen lo suficiente para comer, para tratar o hacer frente a alguna enfermedad y que el producto de su trabajo solo alcanza para ir sobreviviendo, sin poder garantizarle a sus hijos educación y una mejor calidad de vida.
Quien quiera que llegue al gobierno del estado debe ser un ciudadano o una ciudadana más, que se codee con la gente, que la escuche y deje a un lado los privilegios del poder que son los signos más dolorosos de la desigualdad, el abuso y la falta de empatía.
Por: Leonardo Flores Solís
Abogado de profesión y activista por vocación. Soy producto de la justicia social. Maestro en Derecho por la UNAM y licenciado en Derecho por la UAEH. Soy más puma que garza.