El CDE PRI Hidalgo ha sido blanco de todo tipo de críticas hacia sus dos últimos dirigentes: Ricardo Crespo Arroyo y Alberto Meléndez Apodaca; el primero fue señalado por cerrar puertas y espacios de la vida partidista a los grupos políticos con los que no coincidía.
De Crespo Arroyo también se cuenta que fue mal visto el acelerado crecimiento económico que presentaron varios de sus colaboradores, como Joel Sánchez, Ricardo Hosking, Hugo Lavalley y Cecilia Escorcia; ninguno de ellos logró consolidar una carrera política ya que, según lo dicho en pasillos, eran conocidos por su falta de capacidad en sus encargos.
Cuentan que entre los negocios de este grupo político figuran dos restaurantes: uno ubicado en una conocida plaza de San Javier que, dicen, ha sido el motivo de demandas laborales interpuestas en la Junta de Conciliación y Arbitraje local en contra del propio Crespo Arroyo, y el segundo en avenida Juárez, del cual se rumora que su apertura se debió en gran parte a la nómina que Filiberto Hernández les pagaba en Mineral de la Reforma.
Cecilia Escorcia, dicen, decidió incursionar en el rubro de las mueblerías, ofreciendo al tiempo sus servicios como decoradora. Habrá que recordar que se decía que fue ella la encargada del manejo de ciertas partidas económicas con bastantes beneficios.
El grupo político de Crespo Arroyo no ha sido disuelto, pues las esposas de algunos de sus ex colaboradores, según nos dicen, aún permanecen en el DIF Hidalgo o en el Instituto del Deporte; también se cuenta que entre los beneficios obtenidos figuran diversos inmuebles adquiridos en San Antonio, El Huixmi, El Cedral o Huasca.
Ricardo Crespo generó una ruptura colosal en la estructura priista que debía ser rescatada durante cada elección en las mesas de acuerdos que encabezaba Fernando Moctezuma Pereda; en su momento era bien sabido que la función de las oficinas del bulevar Colosio era únicamente administrativa en el aspecto de concentrar información.
La salida de Crespo del CDE PRI Hidalgo parecía albergar altas expectativas en la clase política, que vería por fin liderar las filas tricolores para fortalecer la estructura y base militante colocando en dicha función a Alberto Meléndez Apodaca.
El capítulo del grupo de Meléndez Apodaca fue tan caótico que ha sido víctima de infinidad de bromas que circulan en tertulias, ridiculizando su paso por El Invencible, aunque su mayor señalamiento radica en las millonarias cantidades que, dicen, se apropiaron.
La permanencia de Karla Iliana Ortiz Prado al frente de Finanzas del PRI involucró las multas más altas para este instituto político, así como el rumor de desvíos de altas cantidades a través de la inflación de costos de eventos públicos y nómina.
En cuanto al tema de operación política, fueron los encargados de la peor debacle priista en el estado de Hidalgo, que siguen sosteniendo que “no fue su culpa” por la imposibilidad de dirigir a tantas personas, aunque, dicen, sí lograron movilizar los recursos directamente en su beneficio.
Ahora toca el turno a Leoncio Pineda Godos de dirigir el CDE PRI Hidalgo, el problema es que no sólo le corresponde corregir el desastre heredado, sino renovar la estructura del Invencible y muy probablemente la tan anhelada elección 2018.
Nos hemos enterado que Pineda ha asumido un rol totalmente pasivo, es decir, en el intento de evadir críticas ha decidido permanecer dependiente de las decisiones tomadas por Erika Rodríguez y César Mora.
Pineda Godos, para empezar, arribó a la dirigencia con una carpeta llena de señalamientos durante sus cargos anteriores como delegado federal de la SCT en Guanajuato y como presidente municipal de Tepeapulco, además de falta de liderazgo frente a las filas tricolores, que demostraron su falta de reconocimiento durante la toma de protesta que no sólo se vio desangelada sino que no existió poder de convocatoria ni de convencimiento.
En eventos consecutivos se ha notado un desconocimiento total a la figura de Leoncio Pineda, que se pone de manifiesto con un reducido grupo de gente originaria de Tepeapulco que, es evidente, se trata de “una porra pagada”.
Por su parte, Erika Rodríguez arriba como secretaria general, y se le adjudica un claro ejercicio de nepotismo: controlada por su esposo Héctor Pedraza, quien a través de ella ingresa al CDE a personajes de su confianza para poder controlar la labor realizada al interior, viejas amigas cercanas de Crespo Arroyo que, se cuenta, en su momento fueron beneficiadas con fuertes sumas y hasta inmuebles o vehículos, y recientemente, hasta la hija de ellos.
Rodríguez, en un ejercicio voraz de empoderamiento, ha decidido no dejar su curul en San Lázaro, cerrando así la puerta a mujeres jóvenes, como su suplente Adriana Flores.
En tanto, César Mora llega como secretario de Organización en medio de fuertes críticas por ser originario del Estado de México y ex regidor de Tlalnepantla. Como era de esperarse, el enojo no tardó en salir y ha sido señalado en redes sociales.
Mora, además, interpuso una demanda contra Enrique Ochoa Reza, lo cual pudo ser mal visto a su llegada pero al filo del debate por modificación de estatutos en la Asamblea XXII del PRI parece abrirle caminos, además de asentar una férrea ideología partidista. Seguramente en la mesa que le corresponda no será un blanco fácil.
En el CDE tricolor se vive un ambiente de incertidumbre, porque es bien sabido que durante agosto se comenzarán a trabajar las renovaciones de carteras, sectores y organizaciones que hasta la fecha permanecen inactivas por falta de labores encomendadas por la dirigencia.
No suficiente con su precaria actividad, han salido a relucir en diversos medios los constantes romances de oficina heredados de la administración de Meléndez Apodaca. Esto explicaría el millonario gasto en telefonía reportado en la nota de La Crónica de Hoy en Hidalgo.
Durante las renovaciones de comités se advirtió la molestia en municipios como Tula, donde finalmente tuvo que darse el cambio de fórmula registrada porque a Eduardo Ogando no lo favorecía unidad alguna, muy al contrario, se mostró la fuerza de la estructura priista para no tolerar imposiciones.
Tampoco existe coordinación con senadores, diputados federales o locales, y ya ni hablar del desconocimiento de seccionales y municipios. Parece que sólo Erika Rodríguez se ha dado a la tarea de candidatearse con visitas en las que pretende aparecer como la pieza fuerte del CDE.
Pineda Godos es un serio aspirante a la diputación federal por Tepeapulco y Erika Rodríguez busca competir en una elección popular, muy probablemente como diputada local, anotándose para presidir el Congreso del Estado, lo que hace plantearse la duda sobre quién asumirá la dirigencia tricolor.
De antemano, en el CDE PRI Hidalgo pasan más tiempo entre romances, publicaciones y reflectores que generando algún tipo de trabajo estructural rumbo a 2018.
No podemos dejar de mencionar que Alberto Meléndez Apodaca es un eterno aspirante a la diputación federal, con la promesa permanente de “ganar esta vez”. Por su parte, Ricardo Crespo Arroyo también aspira, aunque en su caso parece favorecerle que trabajó arduamente la estructura pachuqueña.