Carta Ética Fundacional de los Derechos Humanos

Mucho se habla de Derechos Humanos, pero la ONU, que debería ser la principal protectora de éstos, no es más que un inservible adorno mientras la humanidad se autodegrada cada día que pasa.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.

La gélida era por la que atraviesa la humanidad permite repensar el contenido del liberalismo político que prima en la Carta Ética Fundacional de los Derechos Humanos de la ONU, organismo impuesto por las potencias de occidente que hoy es letra muerta, quiste mental y rémora de los apetitos económicos que lo mismo explotan la Antártica que hacen del carbón el enfisema pulmonar del planeta.

Como humanidad, somos la hebra más brutal y débil del planeta, no miramos las cadenas alimenticias como equilibrio de vida, sino como estelas de ganancias que engordan unos cuantos bolsillos al amparo del poder bélico del Estado, lo que revoca no sólo el interés humano, sino que reduce lo humano a un juego utilitario de nuestro ser, donde existen carniceros del sistema dispuestos a destazar a su propia especie.

Los seres humanos no somos comparables con las bestias en nuestra autopoiesis, porque las bestias no tienen conciencia de la vida de los seres vivos, los seres humanos sí y la violamos, lo mismo para quitarle a un venado sus astas y convertirlas en trofeo, que los colmillos de los elefantes que se convierten en supercherías de aparador. Transitamos sin respetar el ecosistema, el mismo que prostituimos vendiendo el agua al mejor postor, mientras que millones de niños y sus familias mueren de sed, devorados por el hambre y la miseria que nosotros mismos hemos creado.

¿Acaso existe un Estado-gobierno en el planeta que dentro de sus acciones y hechos impida que un niño muera de hambre, o que tenga que prostituirse para ganarse la vida y la de su familia, o bien que un anciano no termine en la mendicidad, o que exista justicia y no su metáfora del absurdo?

Veo con pesar cómo miles de aves están enjauladas para beneplácito del que las aprisiona para contener su canto y ver palidecer su plumaje; cómo los perros son recluidos en un patio o azotea sin poder correr por donde quieran y, cuando lo hacen, quedan a merced del olvido.

Hoy hablamos de libertad, pero es una palabra vacía; le damos a la verdad el uso utilitarista del fin, pero no de la razón; le otorgamos a la razón el egoísmo individualista del satisfactor y hacemos del amor el cordón arbitrario del placer hedónico que encierra a la libertad y la vuelve esclavitud.

La Carta Ética Fundacional de los Derechos Humanos no habla del valor intrínseco de la vida, la vuelve razón política y esquema de pabellón; no habla del amor, lo vuelve paráfrasis de escritorio y demagogia de Estado; no habla de la verdad porque la vuelve expresión del opresor de mercado; no habla de libertad porque sabe que tendría que admitir que las fronteras niegan el paso humilde de los desposeídos; no habla de los seres humanos porque los ha vuelto moneda de cambio de guerras fratricidas y bayonetas de terror; tampoco habla del intelecto porque castiga el pensamiento crítico, lo proscribe porque no puede admitir que la Carta Ética Fundacional de los Derechos Humanos es inhumana.

 

Consultoría política y conferencias: [email protected]

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.