Al más puro estilo de los delirios y paranoias de una derrota política, donde las explicaciones no sobran y los pretextos sobresalen, Carolina, Alito y Markito se aprestan a disfrutar de las mieles del paraíso plurinominal.
Los padres biológicos e intelectuales de la derrota del 2 de junio, Carolina, Alito y Markito, han dado un paso hacia el frente para la renovación en el PRI y el PAN -no como partidos de vanguardia social, sólo en sus dirigencias- y trazar la jugada maestra que los llevará al Senado de la República para construir nuevo mitos y fantasías políticas que atiendan al Plan C de Claudia Sheinbaum en el 2º Piso de la 4T.
La pregunta que sobresale en el paraíso plurinominal de Carolina, Alito y Markito es ¿por qué ellos triunfaron políticamente donde otros fracasaron?; la respuesta no es lineal, pero sí específica.
Carolina Viggiano entendió que Hidalgo era el escenario de un bastión político del PRI, donde las proyecciones de la política le permitían jugar a nivel nacional. El laxo sistema político mexicano y la ingeniería constitucional se convirtieron en aliados de la oriunda de Tepehuacán de Guerrero, por lo que los escaños plurinominales se erigieron en una estructura de prolongación de poder. El escenario era inmejorable, por lo que más allá de cualquier derrota de su partido, blindaría su carrera política, claro, con la salvedad de que no se puede jugar sin partido.
Alejandro -Alito- Moreno fue más osado o, bien, mucho más visible que Viggiano. Al empoderarse en el partido tricolor utilizó la estructura de partido para, desde la cúpula, crear un sistema de mercado político, donde los encargos plurinominales jugaron un papel central en la movilidad de los actores políticos tricolores, los cuales tenían que someterse a las decisiones que Alito proyectó antes, durante y después de la elección del 2 de junio.
Moreno creó una red de control político que terminó por ahogar a los disidentes de la vieja guardia como Miguel Osorio Chong, lo que hizo que el político hidalguense reflejara sus intereses en el Partido Verde; no obstante, otros políticos no fueron tan afortunados y quedaron en el exilio.
Marko Cortés caminó en los entretelones del conservadurismo panista. Allí el escenario le resultó complejo, había que probar que el resguardo de los intereses de las élites económicas y de la antigua política permitieran la concentración del poder público. Empero, su actuación en el blanquiazul fue mucho más débil que la de sus vecinos en el tricolor, por lo que el blindaje plurinominal obedeció a su impericia política y no a una jugada magistral. Su actuación es la radiografía y esbozo de una reacción de los titubeos frente al desastre político que siempre lo persiguió al interior del PAN.
Sin embargo, pese a que la catástrofe política invade al PRI y al PAN, ni Carolina, ni Alito ni Markito se han hecho responsables por los cristales rotos. Al contrario, han construido una narrativa -sin repercusiones importantes- de “elección de Estado” y de “fraude electoral”, sin que en ninguno de los casos las impugnaciones puedan revertir el ascenso de esa izquierda a la cual minimizaron y, de la cual, hoy son presas de un proyecto político de larga duración y largo alcance desde la hegemonía guinda.
La paradoja de las impugnaciones que hacen las bases militantes del PRI y PAN a nivel nacional estriban en que no existe un escenario en el cual Carolina, Alito y Markito dejen de tener presencia en la arena política de cara al nuevo sexenio de Claudia Sheinbaum, por lo que la pesadilla habrá de prolongarse seis años más y, por aquello de los recuentos bíblicos, recordemos el sueño del Faraón: “habrán seis vacas gordas y seis vacas flacas”; para Carolina, Alito y Markito, todavía, vienen las vacas gordas de la política.