Nunca ha habido informes de gobierno como los del arquitecto Guillermo Rossell de la Lama, quien fuera jefe del Ejecutivo del 1 de abril de 1981 al 31 de marzo de 1987, durante la Presidencia de José López Portillo. En expresión popular: esos sí eran informes, en el sentido ahora tan combatido de culto a la personalidad y auténtica fiesta del gobernador.
Pero hay una salvedad que les puede gustar o no a los criticones de siempre: en el caso de Rossell, la gente estaba de acuerdo y ya se sabe que donde manda capitán, no gobierna marinero, o para ponerlo en términos pejianos: la consulta popular apoyaba esos informes porque el arquitecto se los ganaba.
Si bien todos sus informes fueron en plan grande, el último del 24 de marzo de 1987 fue el mejor de todos por su esplendor y grandiosidad, que en estos momentos la piel delicada y ultrasensible de los morenos estaría pidiendo juicio político contra el arquitecto por el dispendio.
Ese día, haga usted de cuenta que se llevaba a cabo el desfile de la victoria de César por la Vía Sacra en el Foro Romano. Desde la glorieta 24 horas, donde está el Miguel Hidalgo, por todo el bulevar Felipe Ángeles, se colocaron a los costados cientos de campanas de Tlahuelompa que brillaban al sol de ese día con mucha gente apostada para vitorear el paso triunfante del mandatario, que cual César saludaba a sus fieles seguidores. José Guadarrama, entonces secretario general de Gobierno, orquestó todo de maravilla y si al paso del César dice la historia que las plazas y calles estaban adornadas de guirnaldas, el bulevar no se quedaba atrás en adornos.
El carro del general triunfador, coronado de laurel y tirado por cuatro caballos blancos, era la imagen de Júpiter Capitolino igual que el vehículo donde Rossell avanzaba rumbo al Congreso. Eran otros tiempos.
Al llegar a la Cámara de Diputados la Sinfónica del Estado esperaba junto con grupos musicales, que los había en todo el camino. A la entrada del recinto del Congreso, la locura en aplausos y porras. César en su desfile llevaba a un esclavo a su lado, que a gritos le decía :”memento morí”: “recuerda que morirás”, para ubicarlo como humano y no como divinidad. Sonreían satisfechos Nicolás Licona, Hernán Mercado, Miguel Ángel Reta, Ernesto Carranco, Jaime Aguilar Mimila, Mariano Acoltzin y desde luego, José Guadarrama.
Eran otros tiempos.
A Rossell se le recuerda con cariño entre la ciudadanía. Murió el 6 de septiembre de 2010.
Como me lo contaron… te lo cuento.