Gran incertidumbre ha causado la exoneración del General Salvador Cienfuegos, quien fuera acusado por la DEA de vínculos con la delincuencia organizada, lo que provocó gestiones del gobierno mexicano y la Fiscalía General de la República (FGR) que han culminado, precisamente, con su liberación.
En este escenario existen dos vectores sociales: la incredulidad de la inocencia de Cienfuegos, tanto por parte de la ciudadanía como de la prensa, y la incertidumbre frente a la exoneración que ha defendido el presidente Andrés Manuel López Obrador.
López Obrador ha señalado al gobierno norteamericano de maquinar la detención de Cienfuegos, realizada justamente 18 días antes de que se llevara a cabo la elección presidencial en aquel país, asegurando que se trataba de una fabricación para obtener capital político y legitimidad por parte del gobierno de Donald Trump, que hoy, 20 de enero, deja su encargo.
La contundencia de las palabras del presidente mexicano se han acompañado por las evidencias aportadas por la FGR, así como los documentos y expedientes de la DEA, los cuales dejaron al descubierto la insuficiencia probatoria; por lo que López Obrador y sus palabras han virado la imagen primaria de la detención del General Cienfuegos.
En esta tesitura, el gobierno norteamericano, y en específico la DEA, ha dejado abierta la puerta para rechazar una futura relación de cooperación con el gobierno de México en materia de investigaciones sobre delincuencia organizada.
Es importante recalcar que, ante las pruebas aportadas por el gobierno de López Obrador, se han diluido las acusaciones sobre el General Cienfuegos, pero México vive un encontronazo diplomático que deberá quedar atrás, salvo que el gobierno de Joe Biden haga suyas las exigencias de la DEA.
Difícil situación política la experimentada por López Obrador en el caso Cienfuegos, pero como ya es costumbre, las acusaciones de la DEA le hicieron lo que el viento a Juárez: ni madres.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
