Me dispongo a ver, en la sala ocho de la Cineteca Nacional, Kokoloko, la más reciente cinta de Gerardo Naranjo, cuando creo ver en mi misma fila al actor Noé Hernández, acompañado de una jovencita. Mis sospechas se confirman cuando lo veo aparecer en pantalla interpretando a Mundo, un mecánico enamorado de Marisol (Alejandra Herrera), en un pueblito de la costa oaxaqueña agobiado por la violencia. De inmediato recordé Miss Bala, en la que Noé interpreta al temible narco Lino Valdés. Su actuación me impactó tanto que decía que, si me lo encontraba en la calle, de plano me cambiaba de acera; pero al verlo en la Cineteca bromeando con una jovencita, se me quitó el miedo y me percaté de que se trata de un gran actor, que en un corto tiempo ya ha ganado tres Arieles por La tirisia, 600 millas y Ocho de cada diez.
Hernández es tan polifacético que resulta convincente como el amanerado Canelita de la cinta de Jorge Pérez Solano; el soldado romano en La daga en el corazón, de Yann González, o el temible Mariano de Tenemos la carne. En la nueva cinta de Naranjo, que recuerda un poco a los amantes de Voy a explotar, en versión sesentera, filmada en 16 milímetros, sostiene una tórrida relación con Marisol, que es celada y maltratada por su primo Mauro (Eduardo Mendizábal) quien además es el jefe de Mundo.
La fragmentaria edición de Erick Rodríguez Alonso nos hizo recordar la nouvelle vague. Es además una de las últimas actuaciones de Alonso Echánove.
Al final de Kokoloko dudé en acercarme a Noé a felicitarlo, pero prefiero manifestarle mi admiración con estas líneas.
Por: Jorge Carrasco V.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.
