Con las premuras y en el recuento de los daños, ya se apresta a nivel nacional la serie de convenciones en el PRI y el PAN para evaluar los rendimientos políticos decrecientes y las posibles estrategias de reestructuración partidista. Mientras que en Hidalgo no existen mayores pronunciamientos del líder del tricolor, Marco Mendoza, quien fue ponderado por su compromiso de partido por Carolina Viggiano al enunciar que, inclusive, el líder del PRI Hidalgo puso su sueldo para sufragar gastos de campaña, cuestión heroica, cuando se avecinaba la tormenta política.
El patito feo de la historia, y del cual no hay mucho que decir, es el PRD, que con el pesar de Jesús Zambrano -que terminó destilando culpas al por mayor a sus “aliados del PRI y PAN”-, acabó señalando que el PRD es historia, no por la gallardía de lo que fue como izquierda, sino porque ya no estará vigente al perder su registro por los siglos de los siglos, amén.
En esta atmósfera confusa, mientras Alejandro Alito Moreno ya traza un posible cambio de nombre al partido, al igual que hicieron predecesores como Plutarco Elías Calles en la fundación del PNR y sus cambios a PRM y PRI, esta historia no termina con el maquillaje al tricolor, sino con la noticia y trazo, nada desdeñable, que podría reelegirse como líder del partido, cuestión que hace inferir que también la hidalguense Carolina Viggiano podría acceder a este trazo de presencia política en las filas del Revolucionario Institucional.
Empero, ¿el PRI requiere un cambio de nombre?, la respuesta es lineal, ¡no!
En los comicios de 2 de junio en Hidalgo, la alianza opositora PRI, PAN, PRD, obtuvo 268 mil 496 votos; mientras que Morena Hidalgo obtuvo 675 mil 505 votos, es decir, un 3 a 1, por encima del 2 a 1 de Claudia Sheinbaum sobre Xóchitl Gálvez; resultado catastrófico para el otrora bastión priista que, por si fuera poco, no logró ninguna diputación local, es decir, nulidad en el Congreso local.
Maquillar al partido tricolor con un cambio de nombre e insignias no es la solución a la crisis política que vive y, la posible reelección de Alejandro Alito Moreno y, si se realizara la de Carolina Viggiano en el mismo tenor, no alude a los resultados obtenidos en la debacle del 2 de junio como lección aprendida. Por el contrario, esta dramática realidad es evidencia de que es un maquillaje que no evalúa la magnitud del proceso político que por décadas ocasionó el colapso del partido y que ahora requiere dar la cara.
Mientras Claudia Sheinbaum irá con todo el peso sustantivo a la reforma del Poder Judicial y terminará por consolidar el poder del 2º Piso de la 4T en su sexenio -trabajo que ya coordina en Hidalgo con el gobernador Julio Menchaca-, Alito Moreno habla de “reforma en el PRI” sin ningún trabajo serio de autocrítica, con la misma verticalidad de cúpula que llevó al partido al fracaso y, que ahora, con este tipo de decisiones, amenaza con la pérdida del registro.
¿Qué de nada han servido los lamentos de Jesús Zambrano en la pérdida de registro del PRD Nacional para que Alito Moreno ponga sus barbas a remojar?
¿Qué no existe ninguna insurgencia, corriente o virtud de militancia en el PRI que democratice sus estructuras partidistas?
El viejo adagio popular alecciona “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. ¿Cuándo escucharemos una propuesta seria de reestructuración de las estructuras de mando del PRI?, ¿será posible que la base militante siga aletargada y avasallada por una cúpula que no manifiesta trazos de coherencia política y conducción social?
En sus años mozos, el PRI Hidalgo enseñó al PRI Nacional estrategias de control político que ni por asomo de dudas conoce Alito Moreno. De ese PRI, en Hidalgo todavía se encuentran militantes que sintieron y lloraron la derrota del 2 de junio, no eran acarreados ni huellas de clientelismo político sino militantes y simpatizantes comprometidos que quedaron a la zaga de la cúpula del poder y aguantaron la derrota con la nostalgia de lo que fue el bastión priista en Hidalgo, estoicos y con hidalguía.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
