Las cuentas por cobrar, paulatinamente, van tomando forma y el posible desafuero de Alejandro Moreno como senador de la República se presenta en el imaginario político como un factor de lobby de presión de Morena, que busca hacer de la memoria histórica una lección política de entereza y ética pública sobre las fuerzas del antiguo régimen.
En este trazo, analíticamente la sombra de las pesquisas por peculado sobre el actual presidente del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, se presentan en un pasado pletórico de anomalías en una trayectoria política que ha sido impugnada no sólo por las fuerzas de izquierda, sino, también, por la derecha de la vieja guardia de su partido por personeras y personeros como Claudia Ruiz Massieu, Miguel Osorio Chong, Manlio Fabio Beltrones; todos ellos bajo el escrutinio del secuestro del partido tricolor que Moreno Cárdenas ha llevado a cabo en una estela estamental de una era negra.
Las anomalías en la cuenta pública en la gestión de Alejandro Moreno como gobernador de Campeche lo llevaron a interponer un amparo que hoy lo mantiene como un salvavidas en un naufragio político. Sin embargo, la Comisión Instructora que encabeza el morenista Hugo Eric Flores en el Congreso de la Unión ya ha exigido a la fiscalía de Campeche que extreme medidas para verificar la procedencia del amparo interpuesto por Moreno Cárdenas.
Los vaivenes del desafuero de Alito ponen de manifiesto que en la operación política de Morena -que lo mismo se presenta desde la afiliación que inició a nivel nacional Luisa Alcalde que en la revisión exhaustiva del arqueo público sobre la malversación por miembros del antiguo y nuevo régimen como la Estafa Siniestra en Hidalgo- las cuentas por cobrar se desempolvan y se perfilan como un instrumento aleccionador.
En los entretelones, Alejandro Moreno no se sale un ápice del discurso que le conocemos sobre “persecución política de Estado”, en el cual acusa a Morena de haber construido en el gobierno una maquinaria política de terror, donde la inquisición sobre la oposición no es otra cosa que una cacería de brujas y brujos del antiguo régimen.
En este escenario dos variables son claras en el golpe de timón político de Alito:
I. El control del PRI
La eternización de Alito como líder del PRI, le permite ostentar cargos públicos que hacen del fuero el blindaje que impide ser “tocado” por el escrutinio de Morena frente a las anomalías que en su trayectoria política presenta el exgobernador de Campeche.
II. El poder del escaño como instrumento político
Jugar en la esfera pública le permite hacer del escaño un instrumento de presión y preservación personal, por lo que para Alito la jugada fuera de la palestra pública lo expone para pasar a engrosar una posible detención y cárcel.
Es en esta atmósfera donde el posible regreso del tigre Osorio Chong a la senda del PRI, después de que como tantos otros personeras y personeros de la vieja guardia del tricolor, hostigados, terminaron defeccionando del partido de Don Plutarco, se vuelve una idea central para debilitar tanto el poder de Alito Moreno como el de Carolina Viggiano en la cúpula dirigente del PRI.
Recordemos que el golpe de Estado magistral infringido por Alejandro Moreno y Carolina Viggiano al vetusto contingente de la familia revolucionaria dio fin a la “jugada política” de Miguel Osorio Chong, quien, al igual que otros políticos en pleno éxodo y migración, se encuentran jugando tras bambalinas, manejando los hilos políticos a través de partidos satélites, grupos de poder y cofradías políticas.
La especulación sobre el regreso de Osorio Chong al PRI no es menos remota que sus nexos con una contrainsurgencia política para recuperar al tricolor de la vieja guardia que, desde el norte del país, ha trazado Manlio Fabio Beltrones para abandonar el exilio político.
