Ante la lucha de los opuestos que se ha iniciado en el estado de Hidalgo con motivo de la sucesión del titular del Poder Ejecutivo local, quienes somos afectos al estudio del constitucionalismo y del poder vemos una serie de posibles movimientos tanto en lo jurídico como en lo político.
La metáfora del ajedrez es la herramienta con la que es posible interpretar la norma imperativa de forma sencilla, como lo podemos hacer con los temas que le son propios a la celestina de Maquiavelo, a los diálogos de Maurice Jolly, o a la Introducción dialógica al derecho de Berumen Campos.
La Constitución es una obra de la razón que a través de la verificación de las condiciones de existencia de la misma proporcionan unidad al poder.
En atención a la lógica del poder, los dos párrafos anteriores no deben leerse a través de los resultados que existen en las relaciones de sometimiento y obediencia porque esto es consecuencia de lo actuado por quienes buscan, detentan, ejercen y entienden las tinieblas de la ética de los imperios, y por ello debe leerse a través del dogma y de la praxis.
Desde un punto de vista formal, el ajedrez contiene un conjunto de reglas o condiciones que validan su existencia, y estas -salvo la opinión de personas que tengan un mejor criterio- son las mismas que tiene un estado de derecho.
La primera condición manifiesta para constituir un Estado es la legitimación del poder en la determinación de las razones que lo hacen justo, como la voluntad común de los factores reales de poder que lo constituyen o los fines teóricos que pretende alcanzar y sus justificaciones. De la misma forma, el ajedrez establece su legitimación al ser justo, sin obviar la naturaleza de la desigualdad que le es intrínseco y que implica que un jugador sea el que abra el juego.
Otra condición necesaria para la existencia del Estado es la legalidad, que no es otra cosa que la expresión específica de la legitimidad, es decir, la positivización de un pensamiento político (la adopción de un conjunto de valores que integran un sistema cerrado de competencias), el cual se destina a prevenir el abuso mediante el establecimiento de frenos y contrafrenos.
En esta metáfora, la legalidad del juego de ajedrez, hoy por hoy, está determinada por las Leyes del Ajedrez de la FIDE, cuyo vigor comenzó el primer día de 2018, apegando su prólogo a los principios generales del derecho y evidenciando el uso de estos principios ante la aparición de cualquier laguna.
La última condición es que existan instituciones organizadas para alcanzar los fines pretendidos, para ello el Estado crea burocracias con funciones específicas. La sustantivación y adjetivación de cada pieza del juego referenciado hace las veces de esta burocracia con las libertades, facultades, atribuciones, inhibiciones y prohibiciones que le corresponden.
Sin obviar su estructuración, en el ajedrez, al igual que en el derecho y en la política, la conexión entre acciones no es aleatoria: cada movimiento es una estrategia de ofensa o de defensa de acuerdo a los principios teóricos y empíricos del ejercicio.
Las reglas de las tres instituciones están en el plano de la ley, pero los principios teóricos, tácticos y estratégicos se definen en el estadio del dogma. El ajedrecista Savielly Tartakower define de la siguiente forma: “Táctica es saber qué hacer cuando hay algo para hacer. Estrategia es saber qué hacer cuando no hay nada para hacer”.
El origen y la validez de la normatividad que rige al juego de 64 casillas no se diferencia de los que hacen la ley que rige el embate que se libra por el triunfo electoral en Hidalgo, sin embargo, estas reglas escritas y no escritas son jurídicas, sociológicas, comunicativas y políticas.
Ninguno de los tres saberes que expreso en este texto puede ser sometido al acto de un neófito, de delegarse tareas en personas inadecuadas, porque de hacerlo desde el topus uranos se condenará a buenos y malos elementos; los tres saberes se manifiestan de forma dialógica, ergo la congruencia y la estrategia son torales para el éxito. Por último, los valores jurídicos, políticos y ajedrecísticos tienen una ética independiente, ninguna es una novedad para aquellos que se dedican de forma cotidiana a la práctica de ellos.
Pronunciándome contrario a la máxima que reza “El que sabe, hace y el que no sabe, enseña”, estaremos atentos a los resultados y a las prácticas que se lleven a cabo en esta contienda.
Por: Iván Mimila Olvera
Abogado y asesor en materia constitucional y autor de los libros "Cuestionario de Derecho Constitucional" y "Cuestionario de Derecho Constitucional de los Derechos Humanos". Actualmente es litigante en activo y asesor de diversas organizaciones de la sociedad civil.