Actitudes proposicionales (2/3)

Los problemas

 

El problema de la atribución de las actitudes proposicionales puede entenderse como el problema que presenta el análisis de las oraciones que empleamos para informar las actitudes psicológicas de un agente, que, aunque no necesariamente racional, evidentemente puedan atribuírsele estados mentales. Creer, saber, inferir, desear, temer, alegrarse, etc., son ejemplos de estas actitudes; y “Juan cree que Lupe es fea” es un ejemplo de este tipo de oraciones. Estas oraciones son las oraciones actitudinales, una estructura lingüística que tiene la forma:

x v que p

Donde ‘x’ designa al sujeto de la atribución, ‘v’ el verbo de la actitud proposicional, y ‘p’ el contenido de la oración expresada por p, introducida por medio del ‘que’. Ahora bien, considerando nuestro ejemplo:

“Juan cree que Lupe es fea”

Tenemos que Juan es el sujeto de la atribución de creencia de que Lupe es fea, por lo que no hay que asumir a la ligera el carácter proposicional de las atribuciones, ya que Juan no cree “que Lupe es fea”, i.e., Juan no cree en la oración “Lupe es fea”, sino en el contenido expresado por ésta[1].

No obstante que la naturaleza de las oraciones actitudinales parece sugerirnos un análisis que incluya al sujeto de la atribución, tradicionalmente se ha especificado el tratamiento de sus cláusulas subordinadas, e.g., “Lupe es fea”. Sin embargo, dichos planteamientos adolecen de las consideraciones de sustitución de los nombres que figuran en éstas cláusulas, por consiguiente, de las contradicciones que generan. Pero no únicamente debe considerarse al sujeto de la atribución actitudinal, como efectivamente lo hacen diversos autores, sino más aún, desde mi punto de vista debe analizarse al autor de la atribución, es decir, al que propiamente expresaría oraciones tales como “Juan cree que Lupe es fea”, conocido comúnmente como el informante. La razón es que con ello se completaría cualquier análisis que pretende dar cuenta del carácter de las atribuciones como el antecedente de las posibilidades de sustitución (de los nombres que figuran en dichas cláusulas). Y no puede ser de otra manera, ya que finalmente la validez de las sustituciones reside por completo en el sujeto que de algún modo las puede realizar; y subrayo ‘puede’ porque es en la indeterminación de esta susceptibilidad donde se presentan las contradicciones.

Considerando nuestro ejemplo:

1) Juan cree que Lupe es fea,

y si suponemos que ‘Lupe’ y ‘María’ son correferenciales, es decir, que ambos nombres designan a la misma persona, tenemos:

2) Lupe es María,

empleando, por supuesto, ‘es’ como identidad. Entonces, podemos inferir válidamente:

3) Juan cree que María es fea,

apelando al principio de indiscernibilidad de los idénticos. Ya hemos dicho que ‘Lupe’ y ‘María’ son correferenciales, por lo que la inferencia de (3) se justifica.

Hasta el momento parecería que no hay problema alguno a la vista, pues hemos hecho inferencias sin discusión de validez. Sin embargo, los problemas aparecen cuando reconocemos que la verdad de (1) y (2) no garantiza necesariamente la verdad de (3). Por ejemplo, si suponemos que Juan desconoce que el nombre ‘María’ designa también a Lupe, es decir, que no sabe (2). Quizá (3) no sería falsa, pues Juan podría creer que ‘María’ designa a otra mujer fea, pero lo importante aquí es observar que la verdad de (3) no se seguiría necesariamente de la verdad de (1) y (2).  Más aún, si se le pidiera a Juan una opinión estética de María y éste nos respondiera cosas como ‘bella’, ‘bonita’, ‘guapa’, etc., entonces (3) sería falsa. Efectivamente, Juan no puede creer, al mismo tiempo, que María es bonita y fea en un mismo sentido[2].

4) Juan cree que María es bonita,

sería entonces verdadera, y podríamos decir que también sería verdadera:

4)’ Juan cree que María no es fea[3],

lo que genera una contradicción entre (3) y (4)’.

Sin embargo, debemos advertir que es un error implicar de la opinión estética de Juan:

5) Juan no cree que María es fea,

pues si le preguntamos a Juan si cree que María es fea y respondiera que no, ciertamente (3) sería falsa, pero no implicaría (5). La razón es que Juan nos ha dicho su creencia: cree que no, cree que María no es fea, y (5) hace posible el hecho de que Juan quizá nunca ha tenido dicha creencia. Por lo que (3) y (5) no son contradictorias, sino contrarias.

Esto es de suma importancia pues nos permite distinguir entre expresiones “cree que no p” y “no cree que p”, donde la primera manifiesta efectivamente una creencia, mientras que la segunda podría manifestar una creencia nunca antes tenida. Por ejemplo:

  1. i) Juan cree que Dios no existe.
  2. ii) Juan no cree que Dios existe.

Es indudable que si (i) es verdadera, entonces Juan es un ateo, pero no así en (ii), pues aún considerándola como verdadera de ello no se seguiría el ateismo de Juan, pues cabe la posibilidad de que Juan ni siquiera conozca el concepto de Dios. Análogamente:

iii) Juan Pablo II no cree que Pachuca sea la cuna del fútbol mexicano,

  1. iv) Bin Laden no cree que (iii),
  2. v) Bush no cree que (iv).

Si ninguno de estos sujetos ha tenido las creencias atribuidas, podemos decir legítimamente que son todas verdaderas.

La observación, pues, se centra en que el problema se genera solamente si consideramos que Juan ha tenido dos creencias claramente contradictorias. A saber:

1) Juan cree que Lupe es fea.

2) Lupe es María.

3) Juan cree que María es fea.

4) Juan cree que María no es fea.

5) Juan no cree que María es fea.

Claramente (3) y (4) son contradictorias, pero no necesariamente (3) y (5).

No obstante los problemas existen, pero al menos hemos elucidado que no son el caso bajos ciertas formulaciones, específicamente (5). Mientras que (3) y (4) son contradictorias, (3) y (5) son tan sólo contrarias, pues no hay propiamente una contradicción entre creencias.

Estos son los problemas correspondientes a las oraciones actitudinales, pero no porque éstas mismas sean problemáticas, pues de ninguna manera es así, ya que las empleamos con efectividad y casi nunca problematizamos sus modos de expresión. Los problemas se presentan en el análisis, cuando sustituimos los términos contenidos apelando a principios lógicos, cuando nuestras inferencias adolecen de las consideraciones del sujeto de la atribución. Sencillamente obstaculizamos el camino con el mismo instrumento para saltar los obstáculos. Hemos visto cómo los planteamientos generan los problemas, y no es desconocido que las diversas propuestas de resolución no han pasado de ser una contribución en una misma perspectiva de análisis. Pero los problemas siguen presentes. La pregunta entonces es la siguiente: ¿Debemos asumir los problemas y, por consiguiente, la tarea de resolverlos? No niego que muchos problemas legítimos puedan ser irresolubles, como tampoco niego que la legitimidad de muchos problemas reside en el objeto de la investigación. Desde luego, los problemas se nos presentan en el camino que seguimos, y aquellos que transitan por otros caminos tendrán otros problemas. La cuestión fundamental consiste en analizar previamente el camino que debemos seguir, i.e., el planteamiento.

 

Continúa (3/3)

[1] En todo caso, si hubiéramos querido expresar la creencia de Juan por la oración misma, nuestro ejemplo tendría que haber sido “Juan cree ‘que Lupe es fea’”.

[2] Pues Juan podría expresar cosas como “Es bonita por fuera y fea por dentro”, “Es fea cuando se enoja y bonita cuando está contenta”, etc. También es importante considerar que la imposibilidad reside en un mismo tiempo, ya que Juan puede creer en un tiempo T1 que María es fea y en un tiempo T2 que es bonita.

[3] La elección del ejemplo no es accidental, pues cuando decimos que alguien es bonita estamos diciendo que no es fea; pero no en sentido contrario: cuando decimos que alguien no es fea, no estamos diciendo necesariamente que entonces sea bonita.

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".