“A mi hijo lo asesinaron, lo mataron a golpes, no fue un accidente como lo quiere hacer creer el director Don Rufino y la maestra Flor. Yo quiero que se haga justicia, que paguen por lo que hicieron”, señaló el papá de Adriel esta tarde mientras caían los primeros montones de tierra sobre el ataúd de su hijo, quien fue sepultado este jueves.
El caso ha ganado notoriedad mediática debido a la trágica muerte de un niño de sexto año de la Escuela Primaria Benito Juárez en Santiago de Anaya, presuntamente a causa de la agresión de dos de sus compañeros.
En medio de la ceremonia, Obed Moreno, padre de Adriel, hizo un llamado a las autoridades para que los responsables paguen por lo que hicieron, tal como se lo prometió a su hijo.
Aseguró que fueron dos alumnos del plantel quienes lo empujaron y golpearon. Además, culpó directamente al director por no haber llamado a una ambulancia para que lo atendieran y a su maestra, ya que no estaba presente al momento de la agresión.
En medio de gritos de dolor, Obed también llamó a los padres de familia para que estén pendientes de sus hijos, para que no ocurra otra desgracia como esta. En tanto, a los compañeros de su hijo, los invitó a contarle todo a sus papás, que les tengan confianza, ya que siempre tendrán su respaldo.
Antes de llegar al cementerio municipal, donde ahora descansan los restos del pequeño de 11 años, se llevó a cabo una ceremonia religiosa en la casa donde sus allegados y aquellos que lo querían aseguraron que solía jugar hasta pasadas las 23:00 horas.
En ese lugar, sobre un camino de tierra en la calle Cañada, justo afuera de la vivienda, se alzaban lonas y se observaban mesas y sillas que en otro momento podrían haber sido parte de una fiesta. Sin embargo, en estos días han servido de encuentro para aquellos que acudieron a despedir a Adriel.
De trayecto al cementerio, el cuerpo del pequeño fue llevado hasta la casa de su abuela para despedirse de ella. Posteriormente se hizo otra pausa para dejar el ataúd afuera de una vivienda en construcción, una casita blanca a la cual aún le faltan ventanas y puertas, pero que estaba en vísperas de ser estrenada por la familia Moreno Mejía para tener una vida mejor.
Durante la procesión sólo se podían escuchar los susurros de quienes acompañaban el cortejo fúnebre. Algunos entonaban alabanzas cristianas, mientras que otros dejaban caer lágrimas por sus mejillas. Los niños, vestidos con el uniforme escolar, mostraban su tristeza; eran sus compañeros de juegos y de clases.
Al final del sepelio ellos pidieron una bocina para dedicarle una canción a su amigo, a su compañero. Con los acordes de la canción “El amigo que se fue”, del grupo Intocable, clamaron a gritos por justicia.
No faltó la amiga que, al final, llevó un balón de fútbol rojo y blanco para colocarlo junto a la corona floral. Tampoco su prima, quien compartió que a Adriel le encantaba andar en bicicleta, jugar al fútbol y que su personaje favorito era Goku de Dragon Ball.