La ingenuidad de un pueblo es uno de los costos sociales más brutales que puedan existir, máxime cuando se trata de una ignorancia cruenta que ha sido transmitida y reproducida por la clase política para avasallar a la ciudadanía.
Si alguien cree que algún día el penacho de Moctezuma y el infausto caso Ayotzinapa tendrán el desenlace feliz, de que el primero regrese a México y que los estudiantes normalistas desaparecidos regresen a sus casas con sus seres queridos, una de dos: o no conoce el imperialismo europeo y sus despojos, o bien, todavía cree que Juárez habrá de levantarse de su tumba para imponer el respeto al derecho ajeno.
Joseph Goebbels, ministro de la ilustración pública y propaganda del Tercer Reich en la Alemania nazi, fue el artífice de la frase: “Una mentira repetida se convierte en una verdad”, que en nuestros días es más que evidente porque la ignorancia y la apatía política son fuente de una dolorosa subordinación ciudadana frente a la clase política, salvo raras excepciones, que ha creado una asquerosa estela de engaño y podredumbre social.
En esta lapidaria realidad social, los ciudadanos no han aprendido que pueden crear formas de organización que eleven y potencien sus posibilidades de intervenir y controlar al poder público, lo cual puede y debe ser llevado a cabo; mientras que la clase política sí ha aprendido que “repetir una mentira se convierte en una verdad”, por lo que progresivamente miente y engaña a su pueblo, quebrantando su encargo y prostituyendo el valor de la verdad gubernamental.
No es admisible aquella estupidez de que “los pueblos tienen el gobierno que se merecen”, por el contrario, no tienen el gobierno que merecen.
Debemos entender que desde los instrumentos jurídicos de reproducción del Estado hasta las condiciones culturales, el pueblo ha sido oprimido y reprimido por la clase política, hasta llevarlo a su mínima expresión de participación dentro del sistema político. Esto es claro y en términos estrictos ha creado una aplastante realidad que conlleva una constante dosis de represión legal, donde el castigo de la estructura jurídica se cierne para impedir que el malestar social se exprese contra el poder público.
Así pues, nos quedaremos esperando el penacho de Moctezuma y que los 43 estudiantes de Ayotzinapa regresen a sus casas.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.