Una mala jugada social implica abrir este artículo con una pregunta perversa en un escenario donde encontrar un político honesto en nuestros días es, prácticamente, sacarse la lotería.
El análisis crítico sobre la probidad de la clase política estriba en que hasta ahora los mecanismos y protocolos institucionales no han resultado eficientes para contener los apetitos y la discrecionalidad que prima entre los políticos, cuestión que se suma a una inopia moral sin precedentes en casi todo el planeta en la esfera gubernamental.
La moralización de la clase política no se percibe como una forma de conciencia social que pueda tocar las fibras de sus actores que, habitualmente, vulneran la confianza de sus ciudadanos y hacen del privilegio de servir una mierda asquerosa, que indignamente pisotea la confianza social y lo que es peor, juega con la construcción pública del bienestar en general y, sentidamente, de los que menos tienen, que son la mayoría en el país.
Hasta ahora no se ha podido garantizar la honestidad de las acciones de la clase política, lo que ha llevado a una crisis de representatividad insospechada cuyos estragos han pavimentado un frenesí de incredulidad que estructuralmente no permite avanzar en la creación de un co-gobierno, situación que ha dado paso a las llamadas políticas públicas que en realidad son hasta ahora una respuesta del fracaso de la moralización política que la ciudadanía espera y anhela para tratar de obtener concreción de la tarea pública y honestidad del Estado.
La paradoja de esta realidad estriba en que pocos son los intentos de la sociedad civil por crear organizaciones que puedan defender sus intereses, y lo peor es que la clase política pone trabas y barreras a estas organizaciones en su representatividad, lo que ha impedido que la sociedad civil encuentre formas reales de contrapeso político, cuestión que le ha hecho recurrir al voto como carta de presión política pero no de conciencia social.
¿Cómo reconocer a un político honesto? 60 millones de pobres son el nudo en la garganta que, día a día, sin esperanza refrendan que la clase política ha roto la precaria honestidad del contrato social y con su pobreza nos recuerda que el pueblo no puede confiar en la clase política.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.