La ciencia política en tiempos del covid-19

Siempre me he pensado como un politólogo irreverente y vehemente en busca de desenmascarar la realidad estereotípica y mítica del Estado.

Cuando pienso a la ciencia política la percibo como un gigante con pies de barro, dando saltos entre lo cualitativo y lo cuantitativo, pero todavía sin poder dar el salto posracional, ese camino de reflexión flexible que permite ver al Estado y su poder como una expresión carnal y humana que supedite el análisis de la institucionalidad a la razón de la humanización del poder como espectro y verdad científica para entender que el statu quo es statu humano.

Caminar por la ciencia política implica vincular un método a los ojos abiertos de un buscador, el politólogo, ser indescriptible e imaginativo, no sólo al estilo de Mills, sino al estilo de Tocqueville, incógnito, lejano, sereno y predispuesto a entender para plantear, plantear para realizar y realizar para transformar. Así lo veo y así es.

Hoy una espada de dolor nos infringe una herida social, Carl Schmitt lo miraría con la fuerza del monstruo de adentro, aquel que se esconde en el covid-19 para ser utilizado por el establishment y causar una reestructuración al orden sistémico, maquillar su dominación sórdida que en la alienación y en la reproducción hegemónica de los aparatosos ideológicos del Estado encuentra fertilidad de sus vectores políticos, se mueve en sigilo penetrando la mente y corrompiendo todo aquello que se le opone.

En esta máscara sociológica se encumbra la levedad del ser, la inutilidad extraviada de la mente, la mutación de los ídolos como pensó Niestzche, condición que impide que emerja la tesis de Popper sobre sociedades abiertas, cosa que deshecha desde mis mocedades cuando Hobbes me advertía la centralización del poder, lo mismo en la espada espiritual que en la temporal, donde el covid-19 se encumbra para aleccionarnos que el hombre es prescindible, pero el Estado no.

Me hundo en este tiempo incierto donde se crucifica a los líderes honestos y se canoniza a los indeseables, se hace un juicio social sobre la verdad y la mentira, se crea la verdad y se envuelve la mentira; allí está Arendt, discutiendo que un politólogo no reduce la realidad a “buenos y malos”, que se debe evaluar el proceso, el proceso y sus vectores, los vectores y las zonas de interés, donde el covid-19 esconde los apetitos de las élites que ya han planteado la reestructuración.

Aquí quizá me inspira Foucault, una sociedad que hay que mirar desde el panóptico, advertir que llegó la hora de vigilar y castigar, castigar desde el capitalismo salvaje que se esconde en la máscara civilizadora para pasar a la creación de una realidad compleja de oportunidades selectivas como pensó Luhmann, así compleja e intrincada desde la nueva normalidad de la naturalización de la muerte.

¿Cómo pensar a la ciencia política en la era del covid-19? Sólo en búsqueda de desenmascarar al statu quo, sólo en la posracionalidad de la evidencia empírica y su correlativo científico, para probar, si se admite, que el covid-19 es la ley de las dos espadas.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.