Inicia un nuevo año y las expectativas de un mundo de progreso y desarrollo son míticas, quiméricas y nauseabundas, pletóricas de absurdas esperanzas y catastróficas a nivel social.
Todo está confuso y nada está claro, pero la confusión proviene no sólo de la ignorancia social, sino también de la mala intención, de los manejos opresores de unos pocos que, en el mito del estado salvaje de naturaleza, nos han envuelto en los contratos sociales más asquerosos y deprimentes, proclives a preservar la hipótesis del salvajismo con el salvajismo propio de la ley.
La ley es un capítulo de la dominación civilizatoria que intenta protegernos de los pandemonios de nuestra conducta, condición pendeja y absurda que es en realidad la máscara de los que manejan al Estado para satisfacer sus propios privilegios, esos mismos privilegios que han creado la pobreza y la privación social, la miseria y la ignorancia como referentes del control omnímodo de la política y los gobiernos, aquellos que hacen de la promesa ley, aquellos que hacen de la ley una promesa, pero construida en la línea del horizonte para que nadie la pueda alcanzar, al menos no aquellos que creen en la ley.
2020 es una cifra más, ni buena ni mala en la historia civilizatoria, de esa función maniquea se encargan los que hacen el poder y los que lo tiran para explotar a los demás, aquellos que se cuentan por millones y que no ven la luz de nada, no son dueños ni de sus vidas porque viven en el neoesclavismo del trabajo, de la cadena alimenticia que estrangula el alma y el estómago, de ese constante apretujón miserable que hace nudos la garganta de amargura; mientras en el otro lado de la moneda Monte Carlo, Las Vegas, Cancún, la Riviera francesa, son los paradisiacos emporios que no hacen otra cosa que refrendar el poder de los que tienen y humillar a los que no tienen.
2020 se entrega a la vida, pero la vida no se entrega en 2020, hay que caminar el tiempo que nos toca asumir para nosotros y para otros, en esa cadena infinita de explotación que viene disfrazada de civilización, de coca cola, de internet; manifestaciones de una gran mentira que divide a la humanidad mientras la hambruna, el desempleo, la desesperación de la olla, se tornan las rémoras de la imaginación y la impotencia, donde se maquinan preguntas como: ¿por qué nací pobre?, ¿he pecado para no merecer el consumo?, ¿no soy un ser humano por no saber leer y escribir?
2020, la misma historia.
Consultoría Política y contacto público: [email protected]
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.