Uno de los más grandes errores que le costaron el puesto a Javier Salinas fue la contratación de la pelota Franklin, de menor calidad que la que se utilizaba, la Rawlings.
Uno de los argumentos que utilizó era que volaba más, por lo que habría más cuadrangulares y, según él, más espectáculo. En realidad, lo que le atraía era que estaba más barata; sin embargo, nunca resultó más cierto lo de que lo barato sale caro.
A la mitad de la temporada ya se había agotado la dotación de pelotas y hubo que pedir más. Los pitchers batallaron mucho para adaptarse a la esférica y el porcentaje de carreras limpias de la mayoría de ellos rebasaba las cuatro; además, el alto carretaje en la mayoría de los juegos los alargaba hasta rondar las cuatro horas de duración, demasiado para estos tiempos.
La Franklin nos hizo recordar la bola Comando, responsable de que Jack Pierce bateara 54 cuadrangulares, récord de la Liga. Algunos de los jardineros se quejaban de que era más difícil fildear, pues “se movía mucho”.
La inoperancia de la bola ha quedado de manifiesto este invierno, en la Liga Mexicana del Pacífico, donde se sigue utilizando la Rawlings. Muchos de los peloteros que lucían gruesos números en la Liga Mexicana apenas y superan las 200 milésimas.
Así, pues, una de las tareas del nuevo presidente de la LMB, Horacio de la Vega, será cancelar el contrato con la Franklin, que debía durar tres años.
Por: Jorge Carrasco V.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.