La renuncia de Eduardo Medina Mora como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ha generado suspicacias de todo tipo frente al equilibrio de poderes en México; sobresale sin duda en este caso el poder metaconstitucional de Andrés Manuel López Obrador.
La decisión de Medina Mora llegó tras hacerse público el flujo de dinero en diferentes cuentas provenientes del extranjero, cuestión que no lo presupone como culpable de ningún delito hasta que se le pruebe, pero que causó estragos en la imagen del ahora exministro, aunado a su actuación durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, lo cual nos lleva a una lectura política del caso.
Sin especificarse el porqué de su renuncia y del contenido de la carta que envía a López Obrador, el asunto queda poco claro y a completa discreción del presidente de la Republica, quien acepta la dimisión. Cabe señalar que, por ley, para que un ministro de la SCJN renuncie debe existir una cuestión grave tipificada en la Constitución.
Lo cabrón del caso es que por décadas ha sido el presidente el encargado de nombrar la terna para elegir a los ministros de la SCJN, dinámica discrecional, poco transparente y que debe ser modificada; más aún, el Poder Judicial debe tener la potestad de nombrar a sus jueces y ministros, esto es más que saludable y evitaría suspicacias y violar de facto los protocolos de transparencia pública.
El caso Medina Mora ensucia lo planteado por este régimen que apela a la probidad pública y privada. Es el presidente de México el que te renuncia, tú como servidor público de alto nivel no renuncias; al ser el presidente quien decide si acepta la renuncia, se debió explicar con claridad bajo qué condiciones se daba.
El análisis apunta a que, más allá de las garantías de jure que tiene López Obrador, están las condiciones de facto, por lo que la suspicacia política apunta que se está tratando de controlar la dirección y autonomía del Poder Judicial, ¿será posible y probable?
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.