Entre vítores y arengas, el primer Grito de Independencia de Andrés Manuel López Obrador es un hito político dentro del marco de la sobriedad y austeridad republicana, en el que sobresalen el grado de legitimidad y empatía de la pareja presidencial.
Con una sobriedad impecable, el presidente fue acogido con gran alegría y algarabía por los ciudadanos reunidos en el zócalo de la Ciudad de México, que no se cansaron de brindarle muestras de apoyo y reconocimiento en un año que contrasta entre los logros obtenidos y la popularidad de AMLO.
En el análisis crudo del evento resalta el nuevo uso político del presidente, pero detrás está la bambalina de la que les entrego la cura.
El uso político
La figura presidencial volvió a tener el protagonismo de antaño, pero esta vez el mando presenta una sobriedad y austeridad que encarna López Obrador, investido de autoridad y legitimidad sin precedentes; no se trata de una máscara, sino de un fiel reflejo de su proceder personal en la palestra política que ya marca distancias en la liturgia del Grito de Independencia y en el proceder del gobierno.
La liturgia
Pese a que el formato del Grito no cambió, sí lo hizo la liturgia política, ya que ni hubo invitados internacionales ni hubo banquete; se trató de un acto republicano de honor a la patria y sus próceres, pero por sobre todas las cosas, centrado en el pueblo y en el reconocimiento a los pueblos indígenas. La lectura es que, por encima de los grupos de interés, para el actual gobierno está la cercanía con el pueblo, condición que ya hace llamar a López Obrador el Presidente del Pueblo.
La pareja presidencial
Sin parangón ni comparación alguna, Andrés Manuel López Obrador y Beatriz Gutiérrez Müller forman una pareja cuyo vínculo refleja la piel del pueblo, porque es sencilla, austera, humilde, con voz propia e imaginación, humilde e inteligente.
Estas características la vuelven empática, cercana a la gente y entendida desde su lenguaje, que es el lenguaje de los de abajo, de aquellos que no entienden la realidad en el lujo y la sofisticación del lenguaje político y el marketing televisivo, y que esperan que el presidente y el gobierno sean su gobierno.
La primera dama tiene la calidez de la mujer que acompaña, soldadera de la patria, con la elegancia y la sencillez de las personas que se distinguen por hacer de lo público el espacio de todos; mientras que el presidente es humilde, llano y con la voz del pueblo, dispuesto a dar la batalla por su México y su pueblo.
La pareja presidencial no tiene dobleces ni caretas, no son un cuento de hadas ni una mascarada de carnaval; son verdaderos patriotas.
El pueblo
El pueblo se sintió representado en este Grito de Independencia, hizo suyos los vítores del presidente y la mexicanidad renació de los escombros del pasado terremoto, de las cenizas del sexenio pasado y del rechazo al lujo, el dispendio y del abuso de la investidura presidencial; en un instante, México volvió a significar orgullo, dignidad y patria.
El amor
El amor a la patria parece afianzarse en este sexenio, pero algo mucho más contundente: nuevamente los mexicanos de a pie vuelven a creer en el poder del presidente, nuevamente parece que de la ruina puede renacer el pueblo y que México es el país de todos.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.