Más prostituida, ajena y proscrita no puede estar la verdad social, que desde la esfera pública palidece y nos recuerda que el gobierno tiene su verdad y el pueblo, de manera cruenta, la suya.
Le confiero a AMLO la duda razonable de que organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y otras tantas de estas construcciones de los imperios, en reiteradas ocasiones han empujado a los países en vías de desarrollo a desastres económicos, o bien, a construir sus estructuras económicas, políticas y culturales desde pretensiones que sirven a los países desarrollados y a los consabidos imperios económicos y políticos, por lo que su autoridad numérica y moral es cuestionable.
Pero el agua sobrepasa los niveles y López Obrador sigue presentando cifras paralelas, argumentos que no se suelen probar de manera científica, sino por sus dichos y su voluntad de servir a México, por lo que tenemos dos verdades: la de AMLO, construida desde la vehemencia y legitimada por el respaldo popular que aún no lo deja, y la de los organismos internacionales, que sobradamente intentan denunciar que el camino de México no es el mejor y que la inversión extranjera corre riesgos, cosa que en realidad no harían si no vieran peligro.
La verdad de AMLO es la única que cuenta en México y parece bastar con la verticalidad de la misma. Pero por si fuera poco el peso de la omnipotencia del presidente, quien lo contradice y es miembro de su staff, si no rectifica el camino es despedido y a la chingada, que voces y brazos para apoyar al Peje sobran.
¿Hasta cuándo le durará su verdad a López Obrador? Desde luego, hasta que la legitimidad y apoyo social no se tope con la carestía de la vida o el fracaso económico de una crisis, porque ya hemos visto que los números rojos de la inseguridad aún no despeinan a nadie y mucho menos a AMLO.
¿Qué pedo con la verdad? Es prostituible y cuando proviene de la clase política se convierte en inamovible, al menos en torno a los deseos de quien manda y, por ende, es fe pública.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
