Por años luchó para llegar al trono de la nación fundada donde la serpiente era devorada por el águila. De extracción priista, con los ideales de la vieja guardia y enfundado en un nacionalismo digno de encomio social, con palabra de español y acento de Tabasco, sin mayores usos de lenguaje político técnico y con un carisma excepcional, así es Andrés Manuel López Obrador.
Las dos dimensiones del presidente
De su persona pública existen dos dimensiones: el hombre de bajo perfil, humilde y austero, que con miles de frases nacionalistas denosta a la mafia del poder y es capaz de presentar números y realidades propias para hacerlas pasar como nacionales, donde “sí se puede”; la otra cara de la moneda es la de la incertidumbre, donde todo lo incierto proviene de lo externo, de la clase política corrupta y mafia del poder, de las intenciones mezquinas contra México que son, en realidad, el lastre que ha hecho de la corrupción e impunidad la tumba de los mexicanos honestos y trabajadores.
¿Quién es AMLO?
Pero, si la visión halagüeña no describe a AMLO como tampoco lo hace la versión apocalíptica, ¿quién es AMLO? La respuesta es clara: es un político de la vieja guardia, nacionalista y mexicanizante, que cree que el lastre del país proviene de una mafia corrupta y enquistada, por lo que una vez que se extirpe a esta mafia, todo habrá de caminar por la senda de los dioses y el águila devorará a la serpiente para indicar que el trono de los tlatoanis está vigente.
Acabar con la corrupción no es la panacea
Pero, ¿cuánto tiempo debe esperar la ciudadanía para que se extirpe a la mafia y sus estelas para ver el paraíso? Lo cierto es que no todo atraviesa por lo que fue y es la mafia del poder, esta es una visión reduccionista que le impide ver a AMLO que el país requiere de otra clase de condiciones estructurales para avanzar y, que si bien es cierto, limpiar de corrupción e impunidad es trascendente, no es lo único, porque podríamos limpiar de políticos corruptos el país, pero ello no implica que la educación sea de vanguardia, que la salud pública se erija como competitiva, que el agua sea potable, que la Guardia Nacional sea protectora de los derechos humanos, que los tribunales de justicia la procuren y la impartan, que la pobreza no sea una constante, que la producción petrolera sea suficiente y que el precio del barril aumente bajo los números del presidente.
Sí: la serpiente fue devorada, pero quizá era el presagio de que el trono nunca sería compartido con el pueblo, precisamente porque en el trono sólo se sienta el tlatoani.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.