* El suicidio de Armando Vega Gil ha puesto en evidencia la miseria en la que ha caído la sociedad gracias a las redes sociales.
¡Puta madre!, me sacude la impotencia ante la estupidez y la barbarie de las redes sociales que han cobrado una vida sin que la indignación permita crear un camino viable para resarcir el daño que causan la ignorancia y la carencia de responsabilidad pública.
El bajista del grupo Botellita de Jerez, Armando Vega Gil, decidió poner fin a su vida tras una acusación anónima en la cuenta MeTooMusicosMexicanos, donde se acusaba al músico de haber intentado sostener una relación pederasta con una menor de 13 años cuando él tenía 50 años de edad.
Nada se probó de esta acusación, pero Vega Gil reaccionó para frenar la culpa heredada, para que su hijo no resultara lastimado por una acusación que podría cargar en sus espaldas, por lo que encontró en el suicidio una forma de aleccionar a la sociedad sobre el daño que había experimentado y que ya no se podría reparar, porque en México cuando alguien es acusado públicamente, culpable o no, queda como culpable por siempre.
Me estremece pensar en las horas que pasó Armando tratando de asimilar la acusación y sus consecuencias, de las cuales él no se asumió como culpable; también pienso en la tristeza de su hijo, por quien sacrifica su vida para tratar de que no haya sombra de dudas sobre su familia.
Qué ironía tan grande resultó la impugnación a Armando, ya que cuando en su carta señala que se habrá de suicidar, usuarios de la red de mierda que es Twitter señalan que el músico no se debe burlar del suicidio, ya que diariamente en México se suicidan, en promedio, 17 personas; horas después fue encontrado ahorcado el cadáver de Armando y en este pinche portal de mierda se publica que sigan denunciando, que no porque se haya suicidado Armando las denuncias deben cesar, como diciendo: “no somos culpables de que este cabrón se suicidara”. Quizá no lo son, pero es un contrasentido que primero se condenara su aparente suicidio y después de cometido se minimizara su muerte. ¡Qué infamia de mierda!
Redes sociales de mierda, de lo banal y lo superfluo; valen madre y dan asco, pendejos estúpidos; pero seguramente no aprenderán la lección, no habrá bastado la muerte de Armando Vega Gil para calmar sus apetitos ignorantes y ciegos.
¡Qué miseria humana!, ¡qué poca madre!
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.