En la historia de los modelos de gobierno democráticos, el papel de la ciudadanía organizada (sociedad civil) ha jugado un rol fundamental como contrafuerza necesaria y vital que convierte a los sujetos en ciudadanos y los dota de una capacidad de actuación frente a las fallas del sistema.
Y aunque se trata de una visión romántica de la sociedad civil, es también una mirada real sobre el papel que históricamente han desempeñado las organizaciones ciudadanas en el mundo. Sin embargo, la historia para México es distinta, pues es innegable que las recientes declaraciones del presidente sobre la sociedad civil y las organizaciones ciudadanas llevan en sí un poco de verdad. Es real que hay muchísimas organizaciones conservadoras que viven de los recursos bajados del gobierno en sus diferentes instancias y que de alguna forma han sido mecanismos para perpetuar la interminable cadena de corrupción en el país. Es verdad que en las organizaciones de la sociedad civil han sido una fórmula para la obtención de beneficios y se han convertido en la forma de vida de gente asociada a ciertos grupos de poder con intereses políticos ajenos a la filantropía.
Pero también es verdad que existen organizaciones de la sociedad civil que resuelven problemáticas que las instancias del gobierno han sido incapaces de palear; organizaciones ciudadanas de oposición que ponen el dedo en la llaga por la defensa de la población más vulnerable; ciudadanos organizados que están allí, donde los intereses del Estado no tienen cabida, donde hay suciedad, y hambre, mugre, muertos y desaparecidos, haciendo el contrapeso necesario que necesita cualquier gobierno que busque ser transformador.
El presidente tiene que comenzar a cuidar lo que dice, pues en el arrebato con que sacude el país todos los días a las seis de la mañana, le está haciendo mucho daño a su propia imagen como un líder que prometía mostrarnos nuevas formas de hacer las cosas, que supo decir las palabras que quisimos escuchar, a su manera, como amo y señor de un lenguaje que a veces pareciera que no sabe cómo utilizar.