Jair Bolsonaro, aspirante a la Presidencia de Brasil, ha ganado parcialmente la contienda y tendrá que ir a una segunda vuelta para quedarse con la silla del país del “orden y el progreso”.
Pero ¿quién es Jair Bolsonaro?: un fascista de cepa, pro militar y antidemocrático que admira a Pinochet y que es proclive a la mano dura no sólo en su país, sino como receta para el mundo.
La pregunta de fondo es: ¿por qué gente como Bolsonaro puede ascender al poder? La respuesta es evidente: es tanta la corrupción de la clase política en Brasil, tanta la pobreza y la desigualdad y tan brutal la desesperanza, que los ciudadanos comunes, con la mayor de las miopías, asumen que tipejos como éste son la solución al problema, pero en esos momentos quedan a merced de la cobra, cuyo veneno terminará por matar a quienes creen que encontraron el remedio.
Jair Bolsonaro hará que los grupos de élite de Brasil tengan a buen recaudo sus riquezas e inversiones, y nada garantiza la honestidad pública; por el contrario: la mano dura sólo se aplicará a los que menos tienen o a todas aquellas voces que se opongan a las tropelías de su gobierno. Esto es lo que habremos de ver si llega a la presidencia.
La ciudadanía brasileña es una de tantas en Latinoamérica que se ha extraviado, no encuentra las formas de generar contrapesos viables y posibles a las castas de sátrapas de la política que hoy parecen multiplicarse por doquier, lo que pavimenta el camino al fascismo, que encuentra en la represión y nulificación de la democracia el mejor aliado para enriquecer a los grupos de interés del Estado.
Si los brasileños dejan la puerta abierta al fascismo y votan por Bolsonaro, es evidente que empezarán a comer mierda y no podrán hacerle gesto, porque al primero que se vomite lo meterán a la cárcel, lo torturarán, lo volverán proscrito del Estado y le pondrán en la madre al ritmo de samba.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
