El Partido Encuentro Social ha sabido vender bien sus favores, por eso siempre apuesta por el ganador. De orígenes priistas, apoyó al PAN, se coaligó con Convergencia y en su oscilación pendular en la que se acomoda a la ideología más favorable se sacó el premio mayor al entregarle su virtud a la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador.
Surgido como un partido regional en Baja California, Encuentro Social y su pastor, mejor dicho “dirigente nacional” Hugo Eric Flores Cervantes, con su discurso en el que buscan “fortalecer la institución familiar” en alabanzas y citas bíblicas evangélicas, han expandido su poder a un mercado electoral con mayor presencia en una decena de entidades federativas. Fueron, por ejemplo, los artífices de la gubernatura de Cuauhtémoc Blanco en Morelos y esta moneda de cambio les permitió subirse al tren de la “cuarta transformación”. Con la intención de sumar gobernadores, Morena firmó un pacto con el diablo, vestido de evangélico.
Así, la iglesia evangélica que se caracteriza por ceremonias en las que en la tradición de su fundador Charles Haddon Spurgeon no hay liturgia, donde la adoración a Dios reproduce un rito semejante a la de una asamblea informal a través de rendir culto en amplios auditorios, se camuflaron en partido político. Recuérdese el discurso de Hugo Eric Flores cuando se formaliza la candidatura presidencial con Encuentro Social: “Usted para nosotros es Caleb a punto de conquistar el Monte Hebrón”, luego de narrar un pasaje bíblico de Josué y de cantar una canción creada ex profeso para lanzar la imagen de AMLO como el defensor luego de la familia y la patria.
Así, la repartición de espacios de poder está llevando al nuevo gobierno a arrancar la prometida “cuarta transformación” con profundas contradicciones.
Veamos. En la asignación de comisiones la presidencia de cultura y salud quedó en manos del Partido Encuentro Social (PES). Por el contexto anterior, este partido no debería haber encabezado, apegados a la lógica, la racionalidad y hasta del cotidiano sentido común ninguna comisión en la Cámara baja. El diseño de las reformas legislativas en materias tan sensibles como educación y salud requiere de especialistas y representantes con un perfil plural y laico, asimismo de una actitud tolerante a las nuevas expresiones de sexualidad y diversidad que caracterizan a esta nueva sociedad. Es necesario estar alerta a las posturas tan estrechas de la ideología político-religiosa del PES, especialmente cuando este partido-secta sistemáticamente ha reprobado el matrimonio de personas del mismo sexo y a la suspensión del embarazo.
Cuando AMLO formalizó la alianza con esta organización política religiosa no calculó el apabullante triunfo electoral en el que habría que otorgar espacios políticos a sus aliados. Luego del indiscutible triunfo alcanzado por AMLO, por él mismo, la piojosa chiquillada, PT y PES, partidos que desde entonces se veían en posibilidad de desaparecer, así como lo hizo Lázaro, en este caso el López Obrador, los resucitó y ya en una nueva condición se apoderaron de espacios que en el más ambicioso de sus sueños y de sus fantasías jamás pudieron imaginar. Al PT le alcanzó para pasar de desahuciado a conservar el registro, el PES corrió con peor suerte: perdió el registro, pero reclamó espacios legislativos que debieron cumplirse por el acuerdo firmado previamente.
Huérfanos de registro, pero con la concha para reclamar los espacios políticos acordados, reclamaron las comisiones estratégicas que ellos necesitan para influir en el funcionamiento del nuevo gobierno.
No quiero pensar que el componente ideológico y ultraconservador de estos grupos terminará influyendo en los proyectos legislativos, pero la tentativa de salpicar con valores religiosos las leyes que emanen del Congreso para que opere el nuevo gobierno es muy grande.
La naturaleza de un parlamento debe(ría) ser la pluralidad, en esta ocasión será mínimo ese contrapeso que todo régimen democrático requiere para funcionar. En el contexto actual premiar con cuotas de poder a los partidos que conformaron la coalición Juntos haremos historia, supone, literalmente: poner el Congreso, la educación y la salud en manos de Lutero, es decir, colocar en manos del fundamentalismo religioso la agenda legislativa del nuevo gobierno.
Quiero pensar que entregar las presidencias de las comisiones de cultura a Encuentro Social es más simbólico que una acción que amenace al Estado laico, pero por la ideología religiosa de este instituto político hay razones para dudar.
Quedará en la responsabilidad del presidente electo, y los próximos secretarios de Educación y Salud, la responsabilidad de lo que en estas materias se ejecute; sin embargo, si el Legislativo opera en plena independencia de poderes, el discurso evangélico puede trasladarse a la política educativa y de salud. Es oportuno que en lo inmediato el nuevo gobierno se desmarque de la filosofía ultraconservadora de extremismo religioso que domina el pensamiento de esta fuerza política que seguirá en ambas cámaras en la próxima gestión.
En ese escenario apocalíptico probable también hay esperanza, y surge de un ferviente católico que también está en el gabinete y congreso tuti frutti del nuevo gobierno: Germán Martínez Cáceres, el otrora líder del panismo calderonista que ya se desmarcó. El actual senador y próximo director del IMSS señala que en la reconfiguración política aquí no pasa nada, para él una cosa es el Congreso y otra el gobierno. El próximo director del IMSS le da la absolución al PES y se cura en salud.
A la enorme mayoría que votó por la cuarta transformación nunca se le advirtió que las formas clientelares que tanto han lastimado a la ciudadanía con pago las cuotas de poder podrían representar el sello de este gobierno; el liderazgo de AMLO debe promover inclusión y desmantelar los compromisos políticos con un partido cuyo ideario basado en la fe y no en la razón no ofrece ningún proyecto viable para reducir las desigualdades sociales que nos avergüenzan más que el pecado original.
Si AMLO simpatiza con la iglesia evangélica, está en todo su derecho de ejercer la libertad de culto. Esta Legislatura pasará a la historia al convertir en púlpito la tribuna del Congreso, esa herencia puede debilitar las buenas intenciones del predicador de Macuspana; será necesario dejar la oración para el templo y la educación y la salud para un debate ausente de aleluyas y juicios provenientes de la moral religiosa. Gracias a Dios que soy ateo guadalupano.
Por: Mario Ortiz Murillo
Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.