Previo al arranque de la sesión de ayer en el Congreso local, los priistas se dieron a la tarea de organizar la logística a manera de grupo de choque: bloqueando entradas, personas con pan y tortas, delegados políticos ubicados estratégicamente con un número de seguidores (mayoría de hombres), saludando amablemente a la prensa y apartando asientos.
Los priistas hicieron gala de sus modos de porros y golpeadores, al parecer, encabezados por Levi Leines, secretario particular de Leoncio Pineda Godos (quien lógicamente no faltó, pues es el presidente “a escondidas” del CDE del PRI Hidalgo), Isaac Lozano, secretario de Gestión y Manuel Escalante Martínez, representante del PRI ante el IEEH.
Las rechiflas y porras de los priistas no se hicieron esperar, sólo que no midieron que hicieron a Gerardo Sosa Castelán el rey de la fiesta, y si su afán era enterrarlo políticamente, lo único que están haciendo es revivirlo con fuerza. De pronto tomaron la tribuna para impedir que se leyera el acuerdo de Morena, a empujones y con violencia, agrediendo a los diputados “porros”; mientras tanto, Mayka Ortega Eguiluz y María Luisa Pérez Perusquía encontraban su verdadera vocación modelando carteles y escribiendo pancartas después de no haber podido reformar y escribir la legislación de manera adecuada, porque este problema el gobernador se lo debe a la ineptitud de la anterior Legislatura.
Los tricolores comenzaron a dar empellones para sacar a los diputados de la tribuna, en ese momento entraron fuerzas de seguridad con escudos y todo, como si se tratara de una manifestación de porros y golpeadores, mientras empoderados los varones priistas reportaban todo vía celular.
En el PRI la bancada plurinominal continúa peléandose por salir a cámara, por ser quien más declaraciones brinda a la prensa mientras se muestra incapaz de generar acuerdos hasta con las otras fuerzas políticas; los priistas estuvieron solos y ningún partido los apoyó, ¿por qué?, porque no tuvieron capacidad de dar resultados a la fuerza de gobierno que representan, y eso es evidente a tan sólo una semana de tomar protesta.
Más adelante, en conferencia de prensa, los priistas fueron cuestionados por haber puesto en riesgo a todo el auditorio por la violencia, con Mayka Ortega tratando de victimizarse porque alguien se le puso enfrente; parece que la diputada priista no vio la sesión, ojalá que alguien le haga llegar el link de las transmisiones en vivo.
No se midieron, hasta el jefe de prensa del PRI Hidalgo subió a dirigir el enfoque de las fotos para que salieran a cuadro los titulares, que no pudieron hacer su trabajo durante campañas y ahora quieren recomponer sus consecuencias como grupo de choque.
Coincidentemente el día de ayer no hubo registro en la entrada, parecía que bastaba decir “trabajo en bulevar Colosio”, pero Mayka Ortega y María Luisa Pérez aseguran que no conocen a los presentes. Si solamente basta revisar fotos de perfiles de redes sociales, es el colmo que ni siquiera puedan brindar declaraciones más o menos satisfactorias.
El PRI evidenció su falta de trabajo, sus miembros sin estatura política, sus encargados de representación sin discurso ni fuerza, su falta de trabajo, su desdén hacia la población poniendo en riesgo a todo el auditorio, su corrupción al acarrear a su plantilla de trabajadores, su inoperancia política al verse solo, su falta de capacidad hasta para crear porras.
El Revolucionario Institucional se llevó las críticas de todo un estado, se exhibieron desesperados, sin argumentos, ansiosos de verse en cámara para justificar que “ahora sí trabajan”. Dos dirigencias anteriores fueron criticadas hasta el cansancio por su mal trabajo pero nunca se había visto un ejército de golpeadores. El PRI atraviesa su peor época, con representantes decadentes, faltos de formación y espíritu.
Los priistas son quienes entierran al PRI, que esta vez no representa ni esfuerzo ni trabajo, sólo soberbia y desdén; un partido que no crea confianza ni credibilidad más que a chayotazos. Es vergonzoso que la militancia más grande de la entidad se pierda en una plantilla que sólo con pago grita.