Tras la petición de iniciar un procedimiento para desaparecer los poderes en Hidalgo, las opiniones y comentarios se han reproducido de manera vertiginosa, defendiendo y atacando, lo grave es que comienzan a generarse discursos que rompen con la concordia.
Es cierto que los legisladores de Morena tienen todo el derecho de manifestarse y hacer valer su representación ciudadana, pues, efectivamente: ellos ganaron los votos, por tanto, son quienes la ciudadanía quiso que la representara con la esperanza de generar un cambio favorable en el contexto político y social.
Es su derecho pelear la presidencia de la Junta de Gobierno en pos de esa representación, pero también es su responsabilidad no generar la “ingobernabilidad” que les permitiría enjuiciar al Ejecutivo y hacerse del poder “a la mala”, porque eso sí tendría consecuencias desastrosas en la entidad.
Después de la Revolución Mexicana el mayor problema fue la pacificación del país, pues cada que existía un malestar o fricción entre grupos políticos se daba un levantamiento armado y se acrecentaba el clima de violencia; hoy en día, si un grupo mayoritario crea las condiciones para desalojar a un Ejecutivo con el que no tienen una sana relación, sería dar pie a que cualquiera “con razones” pueda hacer lo mismo, y seguramente las primeras réplicas comenzarían en algunos municipios.
La noticia ha cobrado importancia nacional y se le adjudican al gobernador de la entidad una serie de cuestionamientos politizados con la finalidad de obtener el poder, cuando la realidad es que el grupo de Morena no quiere que la Junta de Gobierno del Congreso Local sea presidida por María Luisa Pérez Perusquía, a quien le atribuyen una guerra mediática contra ellos a través del grupo de prensa de la institución legislativa y ser quien ordenó la violencia contra sus manifestaciones. Esta razón podría tomarse como válida para el grupo de Morena y tal vez la solución sea cambiar a la coordinadora de la bancada priista contra quien los legisladores mayoría tienen una situación concreta.
Por otro lado, Morena también debe comprender que ser la mayoría en el Legislativo no le da facultades para anular la participación del resto de las fuerzas políticas de la entidad, y aceptar el hecho de que tendrá que negociar para alcanzar acuerdos, ya que esa es la base del Poder Legislativo.
También es importante decir que, pese al circo mediático –generado por ambos bandos del Congreso, ninguno está libre de culpa-, la democracia se basa en la existencia de pluralidad de ideologías políticas, y sí: también de grupos. La realidad es que Hidalgo está viviendo una democracia “caliente” pero real, sea cual sea el desenlace las y los legisladores están obligados a mejorar su trabajo por encontrarse bajo el escrutinio de la ciudadanía.
Por supuesto que existe una separación de poderes, pues evidentemente hay un grupo de 17 que está desempeñando su papel de oposición fuerte, tratando de ser congruente con su líder o grupo. Sin engañarnos, es una cuestión natural en los partidos políticos porque todos los grupos necesitan un líder, pero el daño comienza cuando se superponen intereses personales de un líder, mentor o actor político.
La conformación de un Legislativo plural obliga a los grupos minoritarios a trabajar y argumentar de mejor forma; seamos realistas: las bancadas del PRI y el PAN no estaban acostumbradas a tener que generar acuerdos y trabajo sin la amenaza de: “son indicaciones”, y esto les está resultando sumamente difícil, pero también es parte de la democracia.
Es cierto que la mayoría de diputados de todas las bancadas no tienen la capacidad de ejercer sus funciones o la tienen muy bien escondida, pero no hay excusas: deben generar acuerdos sin echarle la culpa al Ejecutivo, porque “son indicaciones” o “es que interviene”.
La buena noticia es que las sesiones del Congreso Local por fin dejaron de ser aburridas y tediosas.