Amigos lectores, espero que en este día de cruda y remordimiento (espero que sea el menor) todo vaya de maravilla y la birria resbale por sus gargantas como media en pierna aceitada. Una disculpa por haberme ausentado el domingo pasado, pero aunque no lo crean, este cuerpecito salsero y lleno de sabor corrió el maratón de la Ciudad de México (aún siento los estragos en las piernas pero nada que una buena cerveza o un masaje con calambre no puedan curar).
Como siempre, muchas gracias por mandar sus dudas y (cada vez más subidos de tono) comentarios que alimentan mis ganas de seguir investigando, preguntando e incluso probando cosas nuevas (no puedo ocultar ese detective diminuto que vive en mi corazón).
Un tema que me parece digno de discutir (ojo: no tomen nada escrito por mis provincianas manos como algo obligatorio) es la siempre mencionada y muchas veces oculta: infidelidad. Me parece que podríamos discutir este tema desde varias aristas y por poner un número cabalístico; me gustaría ofrecerles tres: la infidelidad como algo bueno, la infidelidad como algo malo y la infidelidad como catalizador de cambio.
La infidelidad como algo bueno
Muchas veces satanizamos esta acción cuando, desde mi perspectiva, la infidelidad no es otra cosa que la traición a la confianza depositada en alguien. No es necesario llegar a realizar el acto completo (luego se los explico con fotos, videos y gifs) para reconocerlo como infidelidad, pero démonos cuenta que muchas veces sufrimos más por lo que imaginamos que por lo que realmente sucedió.
Todo tiene un lado positivo y en este caso les tengo una pregunta: ¿no existe muy en el fondo una parte suya que quizá fantasea con ver a su pareja con alguien más? Si es así, utilicen este recurso mental para darle chispa a su relación, para ofrecerle una nueva perspectiva a sus fantasías en pareja o incluso para reavivar la llama que muere como el recuerdo de Martín Ricca al imaginar cosas prohibidas que, aunque representan algo no tan bueno, siendo imaginado como catalizador de excitación y motor para el deseo, podría ayudar a explorar nuevos caminos en pareja. El vecino de un primo me contó que eso le ayudó. Confiemos nuevamente en el vecino de mi primo.
La infidelidad como algo malo
La moneda tiene dos caras y sería ingenuo dar por hecho que todo es bueno en esta vida. Sin duda alguna, recuperar la confianza es muy difícil y a la larga tiende a ser esa enfermedad silenciosa que poco a poco va matando la relación. Amigos, no estoy diciendo que los errores se pueden borrar, pero tengamos claro que existen acciones que no pueden deshacerse y tenemos que cargar con la responsabilidad de haberlo hecho.
Me han contado (varios primos de mis amigos) que después de una infidelidad nada vuelve a ser lo mismo y entiendo el porqué. Los ojos con los que veías a esa persona amada cambian y ahora es comenzar de cero a ganar esa confianza que tanto tiempo costó forjar.
Mi único consejo en este punto es que no hagamos cosas que no queremos que nos hagan (a menos que sea algún fetiche padre como amarrarnos a la cama o incluir comida en el acto -me impresiona cuántas cosas me cuentan los vecinos de mis primos-) y tratemos de ver que el karma, aunque no queramos verlo, existe a nuestro alrededor.
La infidelidad como catalizador de cambio
Tengamos clara una cosa: todas las relaciones son distintas y cada cabeza es un mundo. Conozco muchas parejas que han perdonado una infidelidad y ahora están mejor que nunca, ¿y saben por qué?, porque todos aprendemos de nuestros errores. Me gusta tocar este tema con esta última postura, ya que a pesar de cometer errores, somos el único ser vivo que puede analizarlos y darse cuenta realmente de que un error nos puede hacer crecer, madurar y cambiar acciones que lastiman a los demás.
Muchas veces juzgamos muy duro a las personas que perdonan una infidelidad, pero estoy seguro que también para ellos es un infierno pensar muchas cosas, dejando de lado el amor tan grande que se tienen. No justifico ni avalo estas acciones, pero también sé que los hombres somos más visuales y menos racionales que las mujeres. Dicho esto, podemos entender por qué podríamos llegar a cometer este acto tan juzgado sin necesariamente hacernos malas personas ni aminorar el gran amor que tenemos por alguien.
Amigos lectores, este escrito no es para juzgar, condenar, justificar o alentar a seguir siendo infiel. Si algo tengo es una mente y una opinión muy flexible (y un cuerpo también, luego lo avalaré con fotos, videos y gifs) que me hace ver todo como algo posible y nada como algo oculto.
Creo que la mejor herramienta para evitar llegar a un episodio así es la buena comunicación; hablar a tiempo cualquier problema o inquietud puede hacer que pensemos dos veces en ser infieles o incluso jamás llegar a tenerlo en cuenta y sólo estar dentro de nuestras fantasías. Si puedo dejarles una frase que leí por ahí (seguramente en una galleta china porque lo tragón lo traigo de nacimiento) es la siguiente: “Todo lo que se concibe en la sombra a la larga termina por nacer en la luz” (imagínenme diciendo esto con una túnica blanca y un turbante enorme).
Gracias por leerme una vez más, me gusta mucho escribir todo lo que pasa por mi mente pero me gusta mucho mas saberme leído y poder ayudar al menos a llenar ese vacío enorme que nos dejó a todos la serie de Luis Miguel todos los domingos. Déjenme sus comentarios, sugerencias o incluso anécdotas curiosas que tengan.
¡Nos seguimos leyendo!
Por: Iván Peralta Ramos
Arquitecto / Digital Piscis. Nacido en 1986, en el bello principado de Tehuacán, Puebla. Siempre ha sido partidario de escribir todo lo que piensa. Fanático del Tenis, de Novak Djokovic y de las películas de Tarantino; cree fervientemente en el amor y en la media naranja. Postrero de corazón, son los chongos zamoranos su primera elección. Viviendo en la CDMX desde 2009, ha aprendido a vivir a la mala en la jungla de concreto. Fiestero pero hogareño, extrovertido pero callado, tragón pero con poco dinero, observador pero con astigmatismo y un montón de oximorones más. Fan de clóset de la salsa y las cumbias. Un buen conversador, con aptitudes para escuchar y dar buenos consejos, pero el total erróneo para seguirlos.