La comprensión ontológica 17

¿Hay un ser tras el hacer?

Recuerdo claramente los infinitos relieves que se formaban por la marea en constante cambio, la perspectiva azul que siempre se confunde con el cielo y, sorpresivamente, un pez espada saliendo del agua con un sensacional bamboleo en fugaz movimiento.

¿O el hacer configura el ser?

El viento acariciando mi rostro, elevando irregularmente mi cabello y, como la voz de los dioses reclamando nuestra arrogancia, atravesándolo todo. Incluso nuestras almas.

¿Hago lo que soy o soy lo que hago?

Me puse a observar las frondosas nubes, había unas alargadas como sierras flotantes y otras como si estuviesen rotas. Fragmentos de cielo divididos por el agua evaporada, el sol penetrando sus obstáculos y, a la distancia, un grupo de delfines pintos que inspiradora-mente saltaban haciendo un bonito ruido.

Pasaron horas, jornadas y, como la culminación simbólica del séptimo día, una semana entera hasta que, finalmente, la ballena azul pasó por debajo de nosotros.

—¡Prepara los arpones, muchacho!

—Pero, capitán…

—¡Vamos!

 

17.1     Marie me pidió que le contase a detalle el día en que murió su abuelo, terminamos de cenar y su esposo fue a acostar a sus hijos que aún al despedirse mantenían su atención sobre mí.

Bye, Serner! —me dice Debbie mientras su hermanito balbucea agitando sus pequeños brazos.

Bye! —respondo sonriendo, empero, cuando volteo noto el semblante serio de Marie.

La verdad no quería repasar el trágico suceso, bastante tenía con dichas imágenes explotando involuntariamente en mi cabeza en el momento menos esperado y temía mucho que al volver a revivir la experiencia, aunque fuese sólo lingüística, ésta pudiese enraizarse en mi conciencia de manera permanente. Pero tampoco podía negarme.

—¿Quién iba con ustedes?

—Sólo nosotros dos.

—¿Cómo esperaban cazar una ballena únicamente entre los dos?

—Bueno, yo no esperaba cazar nada. De  hecho por eso lo acompañé, porque Claudia me dijo que sólo era una fantasiosa obsesión que jamás se cumpliría.

—¿Claudia?

—Sí, su ahijada.

En eso llegó Piet y, luego de re-llenar nuestros vasos de tinto, se sentó a su lado tomándole la mano.

—Claudia no era su ahijada —me dice Marie con voz pesada.

—¿No?

—Era su hija.

Ahora entiendo muchas cosas.

 

17.2     El sol pegaba durísimo deslumbrando de inmediato todo intento de visión en vano. El mar picado del golfo comenzó a tranquilizarse, paulatinamente, suavemente. Una calma tensa en el cielo se formaba en otro cielo por arriba de las primeras nubes.

¿Capitán? Dime. ¿Está seguro de querer continuar con esto? Hasta no verla muerta, muchacho. ¿Cómo sabe que es la misma que mató a sus padres? La media luna en su cola. ¿Eso es suficiente? Nunca olvido a una ballena. ¿Y si fuera otra? No. ¿Otra con una media luna en su cola? ¡No! ¿Y si es la marca común de una familia de… ¡¡No!!

Silencio.

Un largo silencio incómodo.

Incómodo como la situación de ambos en el alma del cosmos.

Entonces la cola de la ballena emergió a lo lejos mostrando su particular media luna, volvió a sumergirse y, tras unos segundos en que millones de burbujas rompíanse entre las diversas mareas, notando nuestra persecución se dirigió hacia el oeste obligándonos a mirar el sol de frente.

—¡Vamos, muchacho!

El motor a todo lo que daba y el humo acumulándose en la cabina a pesar de la fuerte brisa y velocidad de la nave. Los ojos azules del capitán brillaban de patológica emoción.

—¡Vamos por ella!

¿Qué haces siguiendo a este loco, hermano? Trabajo para él. Es un maldito demente. No puedo dejarlo solo. ¡Que se mate el desgraciado! Es mi amigo además. ¿Y sólo por eso le ayudas en algo atroz? Sólo le sigo el juego. ¿Y si logra cazarla? Nunca podría. ¿Ni siquiera con tu ayuda?

—¡Carga el arpón, muchacho!

—Pero, capitán…

—¡Obedece!

No lo hagas, hermano.

—¡El arpón!

¡No lo hagas! Tengo que hacerlo. ¡Lo hiciste!

—¿Ahora qué, capitán?

—¡Sostenlo!

¿Vas a seguirle ayudando?

—Ya, capitán.

—Muy bien, chico. Ahora toma el timón y sigue mis instrucciones.

El motor sigue haciendo escándalo, el metal parece que va a explotar y el humo cada vez más negro.

—¡Allá va, chico!

No le hagas caso.

—¡Síguela!

¡No le hagas caso!

La ballena sobresalía lentamente cuando el capitán le apuntaba, empero, en un movimiento inesperado, incluso para mí, giré el timón bruscamente para hacerle perder el control de la mira.

—¡Con cuidado, muchacho!

—¡Perdone, capitán!

—¡Sostenlo firme!

—¡Fue una ola!

Una ola en tu ser, hermano.

—¡No lo vuelvas a hacer!

—¡No, capitán!

La ballena expulsó el aire vital hermosamente e inhaló otro tanto antes de volver a sumergirse.

El arpón salió disparado.

Silencio, la espuma disolviéndose en una mancha de agua lisa y llana.

Hasta que la ballena salió por estribor con el arpón sangrando su cuerpo cerca de la aleta dorsal.

—¡Le di, muchacho!

Sentí horrible, una herida en mi conciencia haciendo sangrar mi espíritu que aún no cicatriza por dicha complicidad arbitraria en el desequilibrio de la naturaleza.

La sangre hilándose y perdiéndose en el agua…

Salí de la cabina y, decididamente como nunca, me dirigí hacia el capitán que ya había recargado el segundo arpón y se disponía a realizar otro funesto disparo. Tomé el bate para aplacar a los pescados rejegos y, asombrosamente para él, para el cielo y el océano del golfo de México, golpeé la arponera varias veces y con todas mis fuerzas hasta aflojarla de su poderosa base atornillada.

—¡¡Qué haces, muchacho!!

Seguí golpeando hasta destruir por completo la mira, el gatillo y todo punto ligado al funcionamiento del aparato maldito.

El capitán me mira incrédulo entre un gran silencio únicamente interrumpido por los ruidos de la ballena alejándose. Al principio sus ojos expresaban odio pero, extrañamente, luego cierta tranquilidad por haberle impedido seguir con un conflicto irracional más allá de su venganza personal.

—¿Por qué? —me pregunta el capitán aún estupefacto—. ¿Por qué lo hiciste?

—Porque…

Iba a decirle, explicarle, comentarle, argumentarle, justificarme pero en ese instante re-apareció Herman Melville la ballena.

La enigmática cola emergió hipnóticamente del agua mostrando su particular media luna ahora con sangre, volvió a sumergirse dejando una estela roja acrecentándose y, tras unos incalculables segundos de suspenso en que las picadas aguas estaban sospechosamente calmadas en el descenso de su espuma, el espiritual cetáceo apareció con fuerza intempestiva elevándose más de diez metros para dejar-se caer con todas sus toneladas de peso sobre nosotros.

 

17.3     Marie y Piet me miraban, ella con lágrimas en sus ojos y él acariciando su hombro como consuelo.

—Me tengo que ir —dije rompiendo el silencio.

—¿No quieres quedarte? —me pregunta ella—. Tenemos un cuarto de huéspedes en el jardín.

—Muchas gracias pero, prefiero irme —termino de decir y, al levantarme, me tambaleo un poco por el exceso de tinto.

—¿Estás seguro?

—Sí, sí, estoy bien.

Ambos se miraron y, aunque ellos hubiesen preferido que yo aceptase quedarme de manera voluntaria, respetaron mi decisión y, amables como siempre, me acompañaron hasta el hermoso caminito exclusivo para bicicletas.

—Pues ya me voy.

Bye, Serner —me dice Piet.

—Cuídate mucho —me dice ella, me abraza y, al soltarme, vuelve a limpiarse sus lágrimas—. Y regresa cuando quieras.

Asiento, suspiro hondo y me subo a mi bicicleta azul-tra ligera. Volteo a verlos por última vez y, luego de vislumbrar la perspectiva iluminada por los brillantes farolitos a un lado del camino, pedaleo.

Sin embargo, apenas unos metros adelante choco contra un árbol.

 

Continúa 18

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".