El presente texto está plagado de conjeturas, pero es gracias a éstas que las Ciencias Sociales han conseguido explicar fenómenos sociales. Y la elección del próximo 1° de julio es eso: un fenómeno social digno de ser estudiado y analizado desde todos los ángulos posibles. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
En la fábula de Esopo hay una carrera entre la tortuga y la liebre. Todos dan por ganadora a la liebre, por su velocidad. Pero el exceso de confianza hace que la liebre duerma una siesta pensando en que cuando despierte podrá ganarle a la tortuga con su velocidad.
En exactamente una semana tendremos una idea de quién será el próximo presidente de la República. Digo una idea porque si bien formalmente los cómputos de la elección comienzan hasta el miércoles 4 de julio, el Programa de Resultados Preliminares (PREP), a cargo del Instituto Nacional Electoral, tendrá un informe sobre los resultados de las elecciones con base en lo capturado directamente de las actas de casilla.
Desde hace algunos meses, Andrés Manuel López Obrador (la liebre) ha liderado casi todas las encuestas con un amplio margen. En las últimas aparece con preferencias cercanas al 50% de los votos, y con 20 puntos de diferencia en promedio respecto a su más cercano competidor, que ha cambiado según la casa encuestadora: José Antonio Meade, o Ricardo Anaya (ambos podrían personificar a la tortuga).
Sin embargo, y a pesar de la amplia ventaja que aparentemente tiene el puntero, veo tres grandes riesgos que, conjuntamente, pueden significar, o bien un resultado distinto electoralmente hablando, o la operación de un fraude con base en los siguientes supuestos:
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Según los datos que proporciona el Instituto Nacional Electoral en su página, la lista nominal de electores (es decir, los ciudadanos que tienen credencial de elector y podrán ejercer su derecho al voto el próximo 1° de julio) es, al 30 de abril, de 89’393,959 electores.
En una elección donde aproximadamente el 70% de los ciudadanos votará, estamos hablando de que acudirán a las urnas, aproximadamente, 62’575,771 ciudadanos.
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En este escenario, y considerando los datos promedio que proporciona Oraculus al día de hoy, AMLO tiene una preferencia de voto promedio de 46.8%; Ricardo Anaya 27.6%; José Antonio Meade 22.4%; y el Bronco 3%.
En todas las encuestas hay un 20% de personas que no contesta su preferencia electoral, o bien no sabe aún o no manifiesta por quién votará en la elección del próximo domingo.
Es decir, que del 70% de ciudadanos que acudirá a las urnas (los 62 millones y medio de electores aproximadamente), el 80% ya tiene definido su voto (es decir, 50’060,616), y 20% no sabe aún por quién va a votar (es decir, 12’515,154 aproximadamente).
Considerando los datos anteriores, estamos hablando que, en este momento, López Obrador tendría aproximadamente 23’428,368 personas que votarían por él; Ricardo Anaya, 13’816,730 votos; José Antonio Meade, 11’213,577 votos; y el Bronco 1,501,818 votos.
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Hay un dato más que no sabemos: cómo se van a comportar los indecisos. Sin embargo, lo que sí sabemos es que son más que la diferencia entre el primer lugar (AMLO) y el segundo (Anaya) que es de aproximadamente 9’611,638 votos de diferencia (19.2%). Es decir, hay casi 3 millones más de indecisos (2’903,516 personas) que lo que representa la diferencia entre el primero y segundo lugar.
Estos son determinantes para determinar el rumbo de la elección, ya que, si consideramos que estos regularmente votan de forma inversamente proporcional a las preferencias electorales, pues se comportan de forma distinta al voto duro y al voto definido. Así, estaríamos hablando que, de los indecisos, aproximadamente 2’928,546 votarían por AMLO; 4,543,000 por Anaya; 4,292,697 por Meade; y 750,909 por el Bronco.
De esta forma, Andrés Manuel llegaría aproximadamente a 26’356,914; Ricardo Anaya a 18’359,730; José Antonio Meade a 15’506,274 y el Bronco 2’252,727 votos. Así, la diferencia entre el primer y segundo lugar se reduciría a casi 8 millones de votos (7,997,184), es decir, 12.8%.
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Hay que considerar, además, que el pasado 14 de junio el dirigente de la CNOP, Arturo Zamora, declaró que el PRI necesita 6 millones y medio de votos para ganar la elección presidencial.
Aquí la pregunta sería ¿Esos 6 millones y medio de votos serían conseguidos en forma de convencimiento a la población? Evidentemente no.
Al respecto, quiero mencionar que, en diciembre y con los datos que tenía en ese momento, mencioné que el PRI necesitaba comprar de 5 a 7 millones de votos para ganar la elección. La cifra que da Arturo Zamora es parecida: 6 millones y medio de votos que, evidentemente, ya están operando desde ahorita para comprarlos y conseguirlos.
Aunque no sepamos con certeza de dónde va a comprar el PRI los votos (es decir, si de la gente de López Obrador, de Anaya, del Bronco o de los indecisos), es determinante ese dato, ya que Meade llegaría 21 millones de votos, una diferencia menor a 5 millones de votos.
¿Por qué hago todos estos números, que seguramente ya tienen estresado al lector? Porque lo que quiero hacer patente es que, tanto Meade como Anaya, estarían ejecutando una estrategia en estos días para reducir la diferencia de López Obrador con ellos (la guerra sucia que hemos visto en redes sociales y spots es parte de ello, pero también hay una operación de campo en marcha), y poder revertir el resultado mediante las siguientes estrategias:
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Intentar impedir que se coloquen más del 20% de las casillas a nivel nacional, pues de acuerdo a la ley, de no ser así la contienda se anula y tendría que repetirse todo el proceso.
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Si fracasa esta primera estrategia, intentar realizar sus prácticas marrulleras de siempre como la siembra de boletas, carruseles, ratones locos, etc. en las casillas, o bien generar irregularidades en las casillas.
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Alterar las actas con el fin de poder manipular los paquetes electorales mientras estos se encuentran resguardados entre el día de la elección y los cómputos distritales, para de esta forma también utilizar el ya choteado algoritmo de cruce de votos durante los cómputos;
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Impugnar ante el Tribunal las casillas donde hubo mayor votación a favor de López Obrador para ser anuladas, ya sea para reducir aún más la diferencia (o incluso revertirla), o bien anularlas para completar el 20% que pide la ley para anular la elección.
¿A qué voy? A que, pese a lo que ha habido estos 90 días de campaña, estamos ante varios hechos:
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La elección no está definida aún. Las plazas llenas y las encuestas exorbitantes no garantizan nada a nadie; y
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Existe una estrategia en curso para disminuir lo más posible la diferencia del puntero con los candidatos del PRI y del PAN, con el fin de poderla revertir posteriormente mediante diferentes estrategias legales y no legales.
El próximo 1° de julio veremos si al final, la liebre se vuelve a confiar y pierde ante la ventaja holgada que llevaba a la tortuga por dormirse debido a la confianza y la soberbia, que son muy malas consejeras. Y sabemos que Andrés Manuel es de lo que principalmente adolece.
Por: Héctor G. Legorreta
Nació en la Ciudad de México y vive actualmente en Hidalgo. Sociólogo egresado de la UNAM. Militante de Izquierda de toda la vida: afiliado por 15 años en el PRD (1997-2012) hasta que renunció para unirse a MORENA. Uno de los representantes del CCH Azcapotzalco ante el CGH en la huelga de la UNAM 1999-2000. Coordinador Estatal de la Red Nacional de Jóvenes con Andrés Manuel López Obrador en el Estado de Hidalgo en 2006. Coordinador Estatal de MORENA Jóvenes y Estudiantes (Morena-JE) en Hidalgo de 2011 a 2012. Secretario de Educación, Formación y Capacitación Política del Comité Ejecutivo Estatal de MORENA en Hidalgo, y Consejero Nacional de dicho partido de 2012 a 2015. Socialista, Altermundista, Ambientalista y Puma de corazón. Miembro del Colectivo de Izquierda Hidalguense, militante crítico de #MORENA, y fundador de XHGLC.