La Casa Real de España vive momentos difíciles ante el ingreso del cuñado del rey Felipe VI, Iñaki Urdangarin, por acusaciones de peculado, nepotismo, uso indebido de información privilegiada, evasión de impuestos y tarará, tarará.
Lo cierto es que han existido sombras en la Corona de España desde la época del rey Juan Carlos el don Juan, que se sabe que tenía estos negocitos corruptos, amantes y otras cositas que también se le dan al resto de la parentela, por lo que no debe extrañarle a nadie que hoy el cuñado del rey Felipe VI se encuentre en la cárcel, cosa que debió pasar hace muchos años, y que inclusive debió pagar el ex don Juan Carlos.
Lo paradójico de este caso es que los españoles puedan seguir en la opresión de este poder real, cuando saben que la Corona vive de sus impuestos y de los negocitos corruptos, cosa que no habrá de terminar con el arresto y pena de Iñaki Urdangarin, esto es sólo una novela.
No existen hombres de estirpe noble, los seres humanos somos iguales en nuestra genética universal; es una reverenda pendejada conferirle un poder de dios a un mortal, por lo que es insufrible tanta estupidez que hoy prima en España.
La pena y cárcel de Urdangarin debe estar pactada y cocinada, su escarmiento le permite a la Casa Real salirse por la tangente, mientras aquieta presiones políticas y civiles, pero en el fondo es sólo un circo donde este pendejo del Urdangarin “paga” los platos rotos y en poquitos años saldrá de la cárcel para seguir disfrutando su fortuna.
En México debería llegar una purga intestina de moralidad sobre el peculado, pero esto es mucho más una retórica de campaña que un fundamento cierto del respeto a la ley y la justicia, esto es la quimera del oro.
A Luis XVI y a María Antonieta los pasaron por la guillotina, hoy no hacemos eso, pero pasar a la cárcel a aquellos que abusan del poder público, es la primera instancia de la moralidad pública de todo Estado.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.