Ser gay en nuestros días es el péndulo que oscila entre la aceptación legal y social, y entre el rechazo del Estado y la sociedad.
Hablamos de un mundo racional, abierto, plural y tolerante, condiciones que, realmente, sólo a flor de piel suelen manejarse como retóricas o discursos, pero en el fondo pocas cosas han cambiado.
Es indiscutible que hoy en las calles, sobre todo de los lugares citadinos, vemos con mayor frecuencia parejas homosexuales que han roto los candados (al menos visuales) de la censura social, lo cual no debe ser nada fácil porque la diversidad sexual todavía no es aceptada en la mayor parte del planeta, sea por bula religiosa, tabú o prejuicios sociales.
Decir “soy gay” sigue siendo una afrenta social, marcadamente en países latinoamericanos, donde sigue siendo inaceptable e intolerable. Esto ha resultado incluso en historias trágicas, de persecución y muerte de muchas personas cuya inclinación es hacia su mismo sexo. Las historias dantescas son inenarrables y la censura social también lo es, y no se admite aquello de “vive y deja vivir”.
¿Cuánto hemos avanzado más allá de las legislaciones en los temas de discriminación?, casi nada. La violenta y cruda realidad es que seguimos siendo sociedades que discriminan y tiene que ver con temores religiosos, sexuales, raciales, de clase, políticos y culturales, todos ellos parte de estructuras mentales que son difíciles de cambiar o modificar y que seguirán estando presentes en diversas sociedades.
Es necesario empezar por modificar los contenidos y modelos de enseñanza en las escuelas para abolir la discriminación en cualquier forma, si lo hacemos, tendremos sociedades más armónicas y con mayores oportunidades para todos; de lo contrario, las estelas del fascismo estarán a la orden del día, condiciones que siempre causan muerte, dolor, desolación y horror.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.