©️Crónica Hidalgo, Pachuca, 2018
Al parecer Gerardo Sosa Castelán ha revelado las intenciones que lo llevaron a secuestrar a MORENA: apoderarse del Congreso del Estado de Hidalgo y así tener la oportunidad de robarle el control de la entidad al gobernador.
Sosa Castelán logró, al parecer, comprar al líder morenista Abraham Mendoza Zenteno, desplazando a los militantes que, con convicción, levantaron al partido e impuso por lo menos diez candidaturas que, según se dice, financiará el patronato universitario, no por nada han cesado hasta los pagos de personal administrativo de manera arbitraria.
El afamado líder universitario, más conocido por sus tropelías como porro, logró en algún momento imponérsele a Francisco Olvera Ruiz y, es que eso sucede cuando los gobernantes son débiles y faltos de juicio, pero en esta ocasión se ha encontrado con un adversario que lo supera en estatura y que además ha hecho lo que nadie: crear un órgano de control interno para frenarlo.
El sueño del Judas universitario es convertirse en la palabra que imponga titulares de la Plaza Juárez y que marque el rumbo de un estado en el que, sin duda, al igual que la UAEH, terminaría haciendo negocio con cuanto tema se le cruce, y permitiría la invasión de narcomenudistas en toda la entidad, aunque eso ponga en riesgo a la juventud hidalguense, pues para Sosa Castelán no existen límites para obtener el poder.
A sabiendas del pasado y presente del sucio político, ha sido la militancia convencida de MORENA la que busca impugnar los puestos otorgados al grupo mediante procedimientos legales, y no es para menos, pues todo un estado depende de esas personas que realmente poseen un compromiso social y no se venden al mejor postor.
Humberto Veras Godoy, Roxana Montealegre, Rafael Garnica, Jorge Mayorga, Elivia Sierra, Nohemi Zitle, Ricardo Baptista y José Antonio Hernández son los nombres de los que han vivido a costa de la educación de los estudiantes hidalguenses sin importarles de dónde emana el dinero.
Lo sueños de poder de Sosa se caen en cuanto su nombre es reconocido por la sociedad hidalguense, que lo desprecia y descalifica porque el porro, aunque se vista de seda, porro se queda.