En toda cultura enfrentarse a la muerte es un camino aciago, más allá del heroísmo y más allá del sacrificio.
En los últimos años la eutanasia, o muerte asistida, dada por el consentimiento del paciente o de sus familiares, ha abierto un debate internacional irresuelto que pone en vilo a aquellas personas que se encuentran en este delicado trance.
El sufrimiento y la calidad de vida no se llevan, son antípodas a las cuales la ciencia médica y la sociedad parecen admitir como irreconciliables, cuestión que se magnifica ante la muerte, por lo que una persona que padece una enfermedad, terminal o no, intenta subsanar con la asistencia médica.
Son ya muchos los casos de personas que en estado de enfermedad terminal solicitan eutanasia, o bien, lo hacen sus familiares ante la imposibilidad de manifestación del paciente, situación desgarradora que en muchas legislaciones a nivel internacional todavía no es admitida.
¿Cómo lograr la autodeterminación sobre la muerte?, o bien, ¿cómo trascender a una legislación que estime el sufrimiento humano en casos de enfermedad terminal?
Admito que el tema es delicado no sólo a nivel jurídico sino religioso, pero de algo estoy seguro: ni la sociedad ni Dios se regocijan ante el sufrimiento y el dolor.
Transitar hacia las decisiones que preservan la calidad de vida, la integridad y dignidad humana, son cuestiones que deberíamos debatir exhaustivamente, atender siempre a la voluntad expresa de una persona y de quienes son sus deudos, y si no los hubiera, al sentido de humanidad y a la cordura de evitar el sufrimiento y dar calidad de vida, incluso cuando se está por fallecer.
Demos un paso de humanidad para la Humanidad, entendamos el dolor, tratemos de percibir la angustia y sufrimiento de aquellos que merecen en su umbral del espíritu un momento de compasión más allá de lo legal y lo religioso.

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.