¡Esto ya lo viví! 19 de septiembre, nuevamente el regreso a la desolación política, nuevamente los fantasmas, entre ellos, el de Frida Sofía.
Mientras el reconocimiento a la dignidad humana ante la respuesta de la ciudadanía hacia el terremoto se multiplica en ejemplos que dan orgullo, la clase política se empequeñece, e inclusive, se esconde.
Es mejor estar escondido o agazapado, es mejor encerrarse en esos espacios de placer donde nada ni nadie te tocan o estorban y, desde luego, donde nadie te cuestiona.
Amanece y se presenta el déjà vu, nuevamente parece que esto ya lo he vivido, recorro las caras de los damnificados: son las mismas, expresan dolor y desdén, se vuelcan con rabia ante el malestar social que se perfila hacia el gobierno en rostro de autoridad, saben que los que tienen que proceder no lo han hecho e intentan obtener dividendos políticos de la tragedia.
Abajo están los perros, aquellos que han hecho del pillaje y el robo el atropello más inaudito frente a la tragedia; esos que se metieron a robar y violar en los edificios y viviendas caídas; esos que en una moto y pistola en mano asaltaban mientras México se venía abajo.
¡Ya lo viví!
Atrás queda ese 2 de octubre que no se olvida; atrás y al frente quedan los 43 estudiantes cuyos rostros se olvidan rápidamente, sólo los precede y profiere el lamento de sus padres, desde ese llanto que cala los huesos y que alecciona al alma.
Ese México ya lo viví, lo conozco y desconozco, me parece brutal y demencial, contrasta desde la generosidad y la bondad hasta el pillaje y la maldad.
¿Qué hacer? Usar la inteligencia y la desconfianza, esa desconfianza que en los momentos oscuros y agudos se convierte en la salvaguarda de nuestra integridad; empero, el costo social de la desconfianza es la atomización y la fragmentación de un egoísmo ciego, que se ha convertido en la defensa del oprimido ante el opresor.
Ese México ya lo viví.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.