Llueve fuerte, el tráfico está paralizado y me quedo durante un momento hipnotizado por el rítmico parabrisas del auto. Calzada de Tlalpan es una pesadilla pero intento no desesperarme, tengo que llegar a tiempo a una puesta en escena. El destino es Casa Actum, la obra El estúpido y pornográfico fracaso de las gatitas siniestras de Luis Santillán.
Conocí al dramaturgo el año pasado con su obra Desdémona y es un director de riesgos escénicos que funcionan en muchos niveles de comprensión teatral, e.g., desde la división de una tremenda historia en cinco relatos que mantienen perspectivas del espectador a la par de los personajes (que también desconocen los otros relatos) hasta el juego de duplicar el foco de atención con escenas distintas, incluso triplicarlo cuando alguno de los personajes atraviesa o se pasea entre el público. El propio concepto, de experimentar en cada función sólo un fragmento de la obra, es revolucionario. Invita, e incita, a comprender que la misma realidad se presenta fragmentariamente, que la posibilidad entre varios focos de atención son decisión consciente o inconscientemente nuestra y que la confusión lingüística es un hecho siempre presente.
De las cinco historias tengo boleto para la primera, la historia de Bárbara y Débora. El primer acto acaece en el salón de los espejos y cuando llego veo mi reflejo. Entran las dos mujeres, dejan sus cosas y se ponen a ensayar pasos de baile. Las diferencias aparecen cuando la naturaleza de ambas se confrontan. La primera atrevida y extrovertida, la segunda tímida y aún introspectiva. La primera una dionisiaca que le gusta divertirse con sus estrategias sexuales, la segunda sólo lo hace para pagarse sus estudios. ¿Venderse como un pedazo carne o morirse de hambre? La moralina de Bárbara no le permite comprender que todos se venden, aunque no todos venden lo mismo. Ambas quieren dinero, necesitan dinero, pero el medio es su único desacuerdo, no obstante, finalmente coinciden en la fama como método. ¿Pero qué tipo de fama? ¿Acaso importa?, pregunta retóricamente Débora, quien termina por decir que los asesinos son famosos. Ese es el medio para conseguir dinero, crear una secta como institución financiera. El primer objetivo es una Expo, mejor dicho, una Sexpo.
Termina el primer acto, salgo del salón de los espejos y me dirijo al Foro Principal. Aquí comienza el verdadero riesgo escénico. Luis Santillán funde las historias y confunde a los personajes en términos, formas y propósitos, entonces comienza un divertido mosaico de equivocaciones. El juego de antagonismos fluye estéticamente entre todos los argumentos, e.g., la mujer de la expo, mejor dicho, sexpo, piensa que un grupo de monjas son parte del show pornográfico, Bárbara y Débora quieren reclutar miembros para su secta y confunden la bestia de la Biblia con la bestia sexual masculina, así como El Señor con cualquier señor. Santillán propone en varias ocasiones duplicar el foco de atención poniendo al espectador en una posición de decidir cuál seguir. A veces por seguir el argumento del primer acto, a veces por curiosidad del otro relato y, también a veces, por atracción dramática. No obstante hay equilibrio de intensidad en dichas escenas.
En el tercer acto me perdí, mi déficit de atención volvió a traicionarme y no puse atención en el programa de mano que debía dirigirme a La Cafetería para ver la conclusión de la historia de Débora y Bárbara. En vez de eso pensé que ello sucedería en el Espacio de las Escaleras, donde efectivamente termina la obra en total, pero que no hay nada durante el tercer acto. No lo sabía y me senté en una de las bancas esperando a la nada, hasta que llegó una de las monjas y me llevó a otro de los salones, uno oscuro y terrorífico por las bombas en los maletines y, sobre todo, por la profunda revelación de sus verdaderas personalidades.
Entonces el final ahora sí en el espacio de las escaleras, donde todas las historias terminan por encontrarse. Aplausos y euforia, todo el público rodeando las escaleras por arriba, por abajo y por los lados, atestiguando una divertida y obra alternativa con actuaciones auténticas y una selección de personajes muy convincentes. Recomendable en todos los sentidos, desde una divertida experiencia en la comedia hasta una introducción al teatro contemporáneo.
El estúpido y pornográfico fracaso de las gatitas siniestras se presenta en Casa Actum todos los miércoles a las 20:30 horas de julio y agosto.
Inversores: Marco González & Verenice Ortega
Vestuario: Las Gatitas Siniestras & Lenday Gámez
Maquillaje: Ariadne Fova
Coordinador de Producción: Paco Mondragón
Asistente de Dirección: Emideth Majul
Dramaturgia y Dirección: Luis Santillán
Producción: Sorginak.
Si quieres conocer las otras historias, tan sólo presenta el programa de mano que te dan en tu primera función y recibes un descuento especial en el precio del boleto. También hay un abono que incluye las otras tres historias, la función de cierre de temporada y la gran rifa de Las Gatitas Siniestras.
Casa Actum
Héroes del 47, núm. 9, San Diego Churubusco. Tel. 71600370
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Por: Serner Mexica
Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".