No sé si recuerden aquello de que el agua no se mezcla con el aceite; que la miel no se ha hecho para el hocico de los burros; que la rabia se contagia.
En esta era inconsistente y miserable, sucede tal cantidad de tropelías que es difícil sustraerse a las estupideces, a los intereses mezquinos y a los apetitos que atropellan cualquier cosa; es, en definitiva, un mundo devaluado, débil y asqueroso.
Por ello, a nadie puede extrañarle el “frente común”, o bien, este cierre de filas entre PAN y PRD de cara a la elección presidencial; por el contrario, esto refrenda que en México la política no es cosa de ideologías o de proyectos políticos serios: es una charada, un festín de buitre y, en el mejor de los casos, un escenario demagógico donde “prometer no empobrece”.
El contubernio PAN-PRD, o para que suene suavecito, la “alianza” muestra las inconsistencias de partidos “antípodas”, que en realidad no lo son, porque la fortaleza ideológica de la derecha no es tal, como tampoco lo es de ese amasijo denominado “izquierda”; en realidad es una podredumbre que no tiene ni pies ni cabeza.
Fíjense que me agrada el humor, siempre he admirado a Chaplin y en los corrillos de lo mundano a Brozo, creo que ese tipo de personajes tienen forma y fondo, espíritu y conciencia.
Lo del PAN-PRD no tiene gracia, es una “estrategia” para poder llegar a la silla, porque de otro modo, no sólo les queda lejana sino casi quimérica.
Lo brutal de esta realidad es que si bien es cierto que las tropelías partidistas se encuentran a la orden del día, no lo es menos el hecho de que los ciudadanos no hayamos dado el paso adelante para crear alternativas que no permitan que la partidocracia y la clase política en general se ría de nosotros.
Los ciudadanos somos culpables de lo que ha pasado en el país, somos mudos testigos de nuestra precaria conciencia y activismo político; no es la clase política la culpable, porque cuando existe un mandatario débil los operadores se convierten en ratones que hacen su agosto cuando el dueño de la casa no está.
Ante la decepción política no queda más que cuestionar: ¿qué hemos hecho como ciudadanos para evitar que nos metan del dedo en la boca y se burlen de nuestra ingenuidad, despolitización y estado de confort?
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.