Tengo una pregunta que a veces me tortura:
Estoy loco yo o los locos son los demás.
Einstein
Paredes blancas acolchadas forman el paisaje, la camisa de fuerza impide mi voluntad y una máscara de plástico negra quema mi conciencia. Todo es por mi bien, escucho que alguien dice y no puedo identificar quién lo hace. Sólo sombras blancas. Apenas puedo ver, sólo dos diminutos orificios rectangulares permiten asomarme al exterior y únicamente puedo alimentarme con un popote. No importa, no tengo hambre, a pesar de que todos los días me suministran inyecciones. Por eso estoy solo, por la medicina. Me siento adormecido, cansado y adolorido del espíritu; aquí me cuesta mucho trabajo pensar. Pensar, sólo pensar, pensar el pensamiento.
¿Qué es el alma? Un aliento, un recuerdo, el diminuto suspiro de los árboles por el viento. ¿Tengo alma o soy alma? La luna mientras la observas, las nubes mientras suspiras y el sol cuando se esconden todos tus sentimientos. ¿El alma es el conjunto de nuestros sentimientos? El ritmo del corazón, las manos temblando y los labios buscando. ¿Nuestra nostalgia? Un ave volando, el pasto creciendo y un durazno madurando. ¿Nuestro ser? Muchos de mis recuerdos en un solo acto.
¿Qué es alma? No lo sé. ¿Tiene sentido preguntarse qué es o ya lo sabemos de antemano como dice Platón? ¿Y Aristóteles? ¿Cómo podemos saber si es inmortal? Recordando, según Platón. ¿Tan sólo recordando? Analizando, según Aristóteles. ¿Cuál es el concepto absoluto en cuestión? No tiene sentido hablar de ello. ¿Por qué? La palabra ‘alma’ tiene muchos significados. ¿Todas sus caracterizaciones coinciden en la inmortalidad? Depende del juego de lenguaje. ¿Y de qué hablamos cuando hablamos de la mortalidad del alma? ¿Hablamos de una vida, de un ser o de nuestros sentimientos en vilo? Hablamos de todo y nada. ¿El alma es el yo metafísico? Sí y no tiene sentido la pregunta. ¿Por qué? Porque el concepto no tiene problemas cuando lo usamos efectivamente en el lenguaje, esto es en nuestros contextos comunicativos, sino cuando lo usamos como mero objeto de reflexión. “Cuando el lenguaje se va de vacaciones”, decía Wittgenstein. ¿Y por qué es metafísico? Porque no es un objeto espacio-temporal. No entiendo nada. Lo que pasa es que piensas en el alma como si fuera un objeto físico, como si se viera, como si se pudiese tocar e incluso pesar, por eso te confundes. ¿No se puede ver? No con los ojos. ¿Huele? Más allá de tu olfato. ¿Tiene sonido? Más allá de tus sentidos. Como una canción. Como un poema. ¿Como tú? Como tú.
Abren la puerta, también acolchada, me sujetan con fuerza aunque no opongo resistencia. Y me inyectan. Me sueltan, salen y, minutos después, caigo derribado de sueño y agotamiento inducido a mi espíritu. En la oscuridad de mis párpados aparecen figuras y la filosofía acaece todo el tiempo en este cuarto blanco, apartado y atiborrado por mis pensamientos… ¿Pensamientos del alma? Pensamientos del pensamiento.
Si quieres saber el significado de la palabra ‘alma’, dice Mina, primero debes situar el concepto en una oración, porque las palabras funcionan contextualmente y no de manera aislada. Segundo, determina el juego de lenguaje en que dicha oración se utiliza. Un ceremonia religiosa, una exposición de arte, un juego de fútbol, la operación de un paciente, etc. Y tercero, ¿cuál es el propósito de expresar dicha oración? Ya, pero no es el significado que yo esperaba. Pero es, en ese particular caso, el significado de la palabra. Yo quiero el significado. No tiene sentido hablar de ello. ¿Por qué? ¿Te sigue convenciendo el método platónico? ¿Y el aristotélico? Aplica a ambos. Un número finito de casos para llegar a una aplicación infinita de casos, un número finito de ejemplos para llegar a una afirmación universal. Siempre habrá contraejemplos y el conjunto arbitrario al que pertenece cualquier concepto está inevitablemente en constante movimiento.
Vuelven a abrir la puerta y me sujetan con fuerza aunque no opongo resistencia. Me inyectan otra vez. ¿Hasta cuándo estaré aquí?
—Hasta que te tranquilices, hijo de la chingada —alguien dice y no puedo identificar quién lo hace. Sólo sombras blancas.
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Por: Serner Mexica
Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".