Ser y Devenir 26

¿Platón o Aristóteles? ¿Prisionero del cuerpo o extensión de mi ser? ¿Inmortal o mortal? ¿Cuál de los dos tiene razón? ¿Y tu corazón? ¿Dónde está? En estado de hibernación.

Me zafé de una de las esposas con las que me tenían sometido a una silla y, con mi libre mano izquierda, abofeteé el rostro de Hitler y le quité la navaja. Mi siguiente movimiento fue natural, apuntar el arma hacia él dando un giro rápido y semicircular. Una línea de sangre en el piso y el chisguete de su rostro haciéndose más grande, cayó de espaldas y entonces comencé a patearle.

¿Estás bien?, me pregunta Mina. No por él. Me refiero a ti, ¿tú estás bien? No del todo, digo luego de suspirar. No te preocupes, me dice recargando su cabeza en mi hombro, yo estoy contigo en todas tus peleas. ¿De veras? Si alguna vez el mundo entero se pone en contra tuya, yo no dudaría ni un instante en ponerme de tu parte. No sé qué decirle. ¿Y luego?

Todos los militares entraron, me golpearon y derribaron. El sujeto que se parecía a Hitler se estaba desangrando. A mí me encerraron con camisa de fuerza. ¿Fue la primera vez que te la pusieron? Y no la última. ¿Qué pensabas? Nada, pero escuchaba. ¿Qué escuchabas? Un piano que me hace recordar mi primera vez en la playa, las olas y el mar. Mis pies pequeños, mis manos jugando y la arena traviesa. El agua salada, su invasión a mi castillo y mi primera incursión en el agua. Las olas revolcándome la vida, mi traje de baño en las rodillas y algún pequeño cangrejo mordiéndome uno de los dedos. Cuéntame de cuando te ibas a ahogar. Eso fue después. ¿Mucho? Mucho tiempo después.           ¿Y tu primera vez en el bosque? Había un lago rodeado de enormes coníferas y arbustos con flores color lila, azul y naranja. ¿Cómo era el lago? Turquesa. ¿Era hondo? Supongo. ¿Qué más? Jugando con mi hermano en una pendiente, subíamos y nos tirábamos acostados dando vueltas como locos para quedar todos mareados. ¿Pescaron? Mi hermano odia la caza y la pesca, cree que como deporte son una aberración de la supuesta civilización occidental. ¿Qué comieron? Lo que llevaban mis papás, sándwiches y tal vez una pasta o arroz, no recuerdo bien. ¿Se peleaban? ¿Mis papás? Sí. Nunca en público, pero al llegar a casa las cosas se tornaban desastrosas. ¿Qué pasaba? No se amaban.

—¿Por qué lo hiciste? —me pregunta un obeso psiquiatra disque especialista en criminales adolescentes. Yo estoy atado de manos y tobillos a una silla, él está sentado al otro lado de la mesa.

—Yo aún no soy adolescente.

—También trato a niños como tú.

—¿Cómo yo?

—Sí, como tú.

Miro su panzota, su nariz chata y su prominente papada. Me mira, arquea sus cejas, se encoge en hombros y balbucea. ¿Qué quieres, maldito gordo?

—¿Por qué lo hiciste?

—Fue en defensa propia.

—¿No quieres saber si sobrevivió?

—No.

—Sobrevivió.

—Bien por él.

—¿No te arrepientes?

—No me arrepiento de haberme defendido.

—¿Y si se hubiera muerto?

—Mal por él.

—A ver, seguramente…

Se empieza a echar un rollo que desvanezco en mi mente cerrando los ojos. No es fácil, pero se logra con paciencia y poco a poco. Así se fue desvaneciendo su voz, el ambiente y hasta el olor. Regreso al bosque. Camino descalzo, miro las copas de los árboles y me tiendo en el pasto. Miro el cielo, las nubes y el sol, el sol alumbrándome, el sol iluminándome, el sol encantándome.

¿Cuál es la esencia de un pianista? ¿Y si se queda sin brazos? ¿Pierde posibilidades de potencialidad? ¿Qué es un pianista? ¿En qué reside su identidad? ¿Alguien deja de ser pianista por perder ambos brazos? Sigue siendo el mismo, pero ¿sigue siendo el mismo? ¿Qué cambia además de perder los brazos? ¿Cambia algo más allá de lo físico? Por supuesto, y participa, además, de muchas categorías, e.g., ciudadano, asalariado, hijo, maestro, contribuyente, pareja, etc. Pero si tocar el piano es aquello que lo define socialmente, personalmente y sentimentalmente, ¿quién es o en qué se convierte cuando ya no puede tocar el piano? ¿En sólo un pianista que ya no puede tocar el piano? ¿O por el hecho de no tocarlo ya no es pianista? Bajo la perspectiva platónica, el alma como prisionera del cuerpo, el pianista puede perder todos sus miembros y por supuesto que sigue siendo el mismo. El alma es inmortal y el cuerpo un accidente temporal; pero la visión aristotélica no tiene la misma fórmula, el cuerpo sí tiene qué ver con la identidad.

¿Y Nietzsche? ¿Te acuerdas cuando lo leímos por primera vez? En la biblioteca. Para él las cosas están al revés, es decir, toda la filosofía occidental, y más aún a partir de Descartes, desprecia y desconfía de los sentidos. Recuerda el Cogito ergo sum. Pues nuestro amigo Nietzsche afirma exactamente lo opuesto: si realmente quieres encontrar la verdad, no le hagas caso a tu razón sino a tu cuerpo; para él la razón es la que engaña, no los sentidos. Tú no eliges a quién amar u odiar, eliges, en todo caso, lo que haces con dicha sensación, es decir, cómo la manejas, pero no se ama u odia a alguien por mero decreto intelectual. ¿Estás seguro? No.

 

Continúa 27

 

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".