“¡Nos chingamos al Estado!”, frase valiente con la que Estela Hernández, hija de la indígena Jacinta Francisco, que fuera detenida y encarcelada junto con Alberta Alcántara y Teresa González por el ficticio secuestro de seis policías de la AFI que les fue imputado y por el cual pasaron 3 años 8 meses recluidas, da la cara al unísono con su madre y compañeras para dejar en claro que la justicia tardía es injusticia.
El caso no puede ser más desgarrador y cabrón; en los hechos conmueve pero no asombra, porque a vox populi sabemos de las tropelías, atropellos, impericias y uso político que muchas veces presentan los cuerpos de seguridad y el déficit de certidumbre de la procuración e impartición de la justicia en México.
Lo que pasma del caso es la carencia de respuesta, denuncia e impugnación social hacia las autoridades por lo sucedido con estas personas a las cuales se les violó sus derechos, se les humilló e incluso recibieron maltrato físico y psicológico, cuestión que no se repara ni habrá de repararse con una disculpa pública, ya sea de la PGR, del presidente de la República o del papa.
Es evidente que los indígenas en este país son cosificados y manejados como objetos residuales de la población, se les margina como ellos señalan por ser indígenas y pobres, condición a la que se le suma el hecho de que también son discriminados cuando son mujeres, todo ello al amparo del establishment.
¿Qué les depara a los indígenas en el país? Su extinción.
En materia de procuración de la justicia existe un déficit de probidad que alcanza niveles insospechados en el país, esto no es noticia, pero lo paradójico es que no sea noticia y que los ciudadanos nos tengamos que tragar la estela de corrupción e impunidad que se suma a las arbitrariedades de muchas autoridades, sin que esto parezca tener fin.
Lo sufrido por Jacinta, Teresa y Alberta es sólo notorio porque el Estado no pudo sustraerse a la presión de la sociedad civil y de organismos internacionales, pero por desgracia, existe infinidad de casos de lo cotidiano que no corren con el trayecto de estas mujeres que sufrieron en carne propia la injusticia de la justicia y la justicia tardía.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.